El 15 de junio de 1990 estrené mi condición de articulista de opinión en el diario Avui con un artículo titulado “No se puede ser sabio y de Figueres”. El diario lo colocó a toda página y ese encabezamiento de la sección de opinión causó un cierto efecto. Menos mal que el subtítulo aclaraba de inmediato: “Alexandre Deulofeu fue un sabio figuerense que no ha sido comprendido aun. Es autor de una voluminosa interpretación de la historia a través de la matemática, y el articulista nos habla de él y le reivindica”. En efecto, le reivindicaba y he vuelto a reivindicarle. Tuve la suerte de tratar personalmente a Deulofeu y la gran distancia de edad y conocimientos que nos separaba no fue obstáculo para que me brindara generosa atención y hospitalidad en su mas de Ordis, al que se desplazaba casi cada día desde el domicilio de Figueres con la intención de pasear, pensar y trabajar un rato, para desentumecer la mente y las piernas. En el cuarto trastero se acumulaban los volúmenes autoeditados y no vendidos de su Matemática de la historia, recibida como una extravagancia en el momento de aparecer. En el artículo de 1990 yo comenzaba
afirmando: “Deben sobrar dedos de una mano para contar las personas que en este país han estudiado y valorado la teoría de los ciclos de la civilización publicada en varios volúmenes por el historiador autodidacta figuerense Alexandre Deulofeu, con el nombre de Matemática de la historia. Quienes la han leído y han extraído algunos de sus conocimientos se han abstenido escrupulosamente de citar la fuente, porque Deulofeu sigue condenado al ostracismo de la cultura oficial por autodidacta, por francotirador, por sabio de pueblo”.
afirmando: “Deben sobrar dedos de una mano para contar las personas que en este país han estudiado y valorado la teoría de los ciclos de la civilización publicada en varios volúmenes por el historiador autodidacta figuerense Alexandre Deulofeu, con el nombre de Matemática de la historia. Quienes la han leído y han extraído algunos de sus conocimientos se han abstenido escrupulosamente de citar la fuente, porque Deulofeu sigue condenado al ostracismo de la cultura oficial por autodidacta, por francotirador, por sabio de pueblo”.
La condena se ha relajado relativamente, sobre todo desde que algunos han recordado que Deulofeu estipulaba, dentro de muchas otras previsiones de sus ciclos históricos, que España se desintegrará como Estado unitario el año 2029, vaticinio que los seguidores más impacientes adelantan al 2017. Precisamente hoy habla de ello Narcís-Jordi Aragó en su columna de cada lunes del diario El Punt/Avui, una columna semanal que para mi es otra cátedra como la de Deulofeu. El tiempo avala las predicciones de la Matemática de la historia y en los últimos años han aparecido varias publicaciones sobre el autor, además del noveno volumen de su magna obra. Uno de los institutos de enseñanza media de Figueres lleva actualmente su nombre. Exaltarlo ahora como predictor de la independencia de Cataluña es reduccionista, aunque tal vez por eso precisamente será conocido más allá del casticismo ampurdanés.
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