Me gustó estar presente ayer en el concierto inaugural del Festival Internacional de Música de Torroella de Montgrí. No solo por tratarse del concierto inaugural ni porque el festival estrenase nueva sala, nueva directora adjunta y nuevos recortes presupuestarios... Me hizo ilusión estar presente para celebrar la continuidad, la veteranía, la estabilidad, la constancia de una iniciativa cultural “de pueblo” que ha alcanzado la máxima calidad, en un país asediado por la falta de calidad de sus responsables. Los festivales musicales de verano son muy propensos al lujo de talonario, al fogonazo aparente de unas pocas fechas. El festival de Torroella de Montgrí, en cambio, es una iniciativa cultural con todas las letras, vinculada a una Escula Municipal de
Música con 300 matriculados de todas las edades por curso, bajo la dirección de Joventuts Musicals.
Música con 300 matriculados de todas las edades por curso, bajo la dirección de Joventuts Musicals.
Ayer se abría su edición número 33. Al frente de todas ellas se ha encontrado Josep Lloret, desde ahora acompañado en la dirección por Montse Faura. El papel de Josep Lloret en esa trayectoria es sencillamente admirable. No siempre se lo han reconocido, tal vez por el adverbio de modo que acabo de poner delante de la palabra admirable. Y a la joven Montse Faura el valor no solo se le supone. La programación del presente año, confeccionada por ambos, vuelve a ser una delicia cargada de nombres de primera fila internacional e ideas de futuro. Por cierto, las entradas para escuchar a estos nombres de primera fila internacional cuestan en Torroella de 15 a 46 euros, no las barbaridades de otros festivales vecinos.
La eterna excusa del trabajo (o ahora de la falta de presupuesto) no me ha permitido asistir cada año a todos los conciertos, pero he presenciado una cierta cantidad de ellos y he extraído una impresión perfilada. No sería yo el primero en calificar a Torroella de Montgrí de Salzburgo catalana, por la categoría del su festival de música. Salzburgo és una ciudad austríaca de 140.000 habitantes. Torroella de Montgrí es una villa catalana de 10.000 residentes. La tradición musical de la ciudad natal de Mozart y la del municipio ampurdanés no son equivalentes. A pesar de todo, la comparación viene al espíritu, salvando las distancias.
No es corriente que una iniciativa cultural surgida de un municipio de 10.000 habitantes adquiera categoría internacional. Aun es menos corriente que, en caso de lograrlo, escape con el paso de los años a la tendencia hacia la petulancia o la desvirtuación. El festival de Torroella conserva la personalidad mejorada, el encanto y el aliciente del primer día. Este es el doble valor que me gustó aplaudir ayer. Me acompañó mi hija mayor, Helena. Mientras escuchaba el concierto de la Academia 1750, me agradaba pensar que dentro de 33 ediciones más ella aun asistirá, con la misma ilusión de calidad y descubrimiento, con el mérito de existir y renovarse, en una villa ampurdanesa de 10.000 habitantes.
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