Actualmente se pueden comer todo el año cerezas foráneas, viajadas en avión desde el otro hemisferio después de madurar al mismo sol que las de aquí. Pero las de siempre, criadas en casa, llegan estos días como preludio encarnado y reluciente del verano. El pasado viernes el alcalde de Ceret (Vallespir) cumplió con la tradición anual de enviar por avión las tres primeras cajas de cerezas tempranas al presidente de la República, con una nota que decía “Le pido verificar por usted mismo que estas cerezas son las mejores del mundo”. Las tres cajas expedidas al palacio del Elíseo iban adornadas con una cinta de las cuatro barras catalanas y otra tricolor. Puede parecer una costumbre remotamente feudal. De hecho, es una de las mejores
publicidades para la fruta temprana de la huerta rosellonesa, desplegada a la sombra fecunda del Canigó. Antes las cerezas eran algo natural, un fruto espontáneo de la llegada del verano, ahora son una operación de marketing, como cerezas de anuncio.
publicidades para la fruta temprana de la huerta rosellonesa, desplegada a la sombra fecunda del Canigó. Antes las cerezas eran algo natural, un fruto espontáneo de la llegada del verano, ahora son una operación de marketing, como cerezas de anuncio.
Las de Ceret gozan de merecida celebridad, aunque muchos otros municipios catalanes pretenden producir las mejores del mundo y llevan una parte comprobada de razón. Cataluña produce unas 13.000 toneladas, la mitad en las comarcas tarraconenses, especialmente en la Ribera d’Ebre y la villa de Miravet, seguida por Tivissa, Benissanet y Flix. También tienen renombre las de Terrades y Llers, en el Alto Ampurdán. Las de Sant Climent de Llobregat, Santa Coloma de Cervelló, Torrelles y El Papiol, en el Baix Llobregat. Las de Caldes de Montbui, en el Vallés Oriental. Las de Arenys de Munt, en el Maresme. Las de Serós, en el Segriá. Las de la Vall de Gallinera, en la Marina Alta. Las extensivas del Valle del Jerte, en Cáceres. Así pues, las mejores cerezas del mundo están muy repartidas.
Las de Sant Climent de Llobregat tienen el mérito añadido de haber dado pie en 2005 a la edición de una magnífica monografía: Bojos per la cirera (Locos por la cereza), con una introducción de la doctora Laura Gosalbo sobre orígenes, variedades, cultivo, propiedades nutritivas, consejos prácticos de compra y conservación, con 42 recetas del cocinero del restaurante de la localidad El Racó, Gerard Solís, para todo tipo de aperitivos, entrantes, carnes, pescados, marisco, postres, incluso un capítulo sobre la cereza y el vino.
En Ceret tienen fama de ser las más tempranas, dulces y coloridas, en un valle fronterizo de microclima afortunado. Su celebridad arranca con el siglo XX, cuando los payeses multiplicaron estos árboles frutales, convertidos en rediticios, que hasta entonces apenas acompañaban a los huertos. En 1960 la localidad producía 7.000 toneladas, hoy 1.200. Celebra la popular Fiesta de la Cereza (este año el sábado 31 de mayo y el domingo 1 de junio), que coincide con el certamen de bandas de música callejera. El cafarnaún del “Ceret de Bandas” preludia el aun más grande del “Ceret de Toros” el 14 Juillet, cuando las cerezas empiezan a ir de baja y las sangrías a elaborarse de cualquier manera.
“Le temps des cerises” también es una popularísima y emotiva canción asociada a la revuelta de la Comuna de París de 1871 y a las interpretaciones inolvidables de Charles Trenet o Yves Montand, versionadas hasta hoy a todas las salsas, igual como las cerezas.
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