melaza general dominante, la acharolada hoja perenne y brillante que hacía refulgir la claridad solar casi como la expresión de un sentimiento, una calidad sensorial del paisaje, una estabilidad afectiva que sabía distinguir entre lo esencial y lo prescindible con elegancia casi lírica.
En el Baix Ebre y el Montsià cuatriplicaron diez años atrás la superficie dedicada a los cítricos, pero la globalización de los mercados, el aumento de costes de producción y transporte y la presión de las grandes empresas de distribución sobre los precios provocan que hoy la mitad de la cosecha se pudra en el árbol o en el suelo. Los compradores al por mayor pagan a los agricultores un tercio de lo que cuesta cultivar los limones, de modo que muchas veces ni los cogen del árbol o suplican al cielo una buena helada para cobrar el seguro.
El vivero más importante de semillas de cítricos de Europa se halla en el municipio catalán de Eus (el pueblo más soleado de Francia, en el Conflent), regentado desde hace veinte años por Michel y Bénédicte Bachès, auténticos artistas de los injertos y proveedores altamente especializados. Sin embargo campos de limoneros, meditativos y sobrios, quedan muy pocos.
No somos país de limoncello y la corteza del de limón que imprime el carácter de la crema de San José proviene hoy de otras latitudes. Recientes investigaciones judiciales han relacionado al extesorero y exdiputado del PP Luis Bárcenas con la propiedad de la megafinca argentina La Moraleja, en la provincia de Salta, de una extensión de 30.000 hectáreas (tres veces la superficie de Barcelona), convertida en rentable gigante mundial de exportación de cítricos.
Según el último Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD), que elaboran la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores (COAG) y la Unió de Consumidores, los cítricos son los productos de temporada con mayor diferencia de precio entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor. En el caso de los limones, el diferencial origen/destino es en este momento del 875%, entre los 0’35 € por kilo pagados al productor y el precio final en los mercados de consumo. En definitiva, nos quedamos sin limoneros y a lo peor sin alma.
Estoy convencido de que los limoneros, debidamente cultivados, nos hacían mejores personas. También lo estoy de la necesidad de algunos placeres viejos y pretendidamente primarios, a los que me lleva a pensar el tacto, el aroma y el destino de los limones.
Estoy convencido de que los limoneros, debidamente cultivados, nos hacían mejores personas. También lo estoy de la necesidad de algunos placeres viejos y pretendidamente primarios, a los que me lleva a pensar el tacto, el aroma y el destino de los limones.
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