La reciente reedición de la novela Un film, publicada por Víctor Catalá en 1926, vuelve a poner de relieve el enfrentamiento que mantuvo la escritora y terrateniente de La Escala-Empúries contra la corriente cultural renovadora de su época, contra la modernización lingüística del catalán y contra el gobierno reformador de la Mancomunitat y posteriormente de la Generalitat republicana. Víctor Catalá lo tuvo difícil frente a la tendencia general no solo por la condición de mujer escritora cuando había pocas, sino también por sus actitudes que la situaron en una postura de voz marginada, descartada. Nacida en 1869 a La Escala, Caterina Albert Paradís fue una autodidacta que desde 1898 se vio premiada en los Juegos Florales de Olot por el poema Lo llibre nou y el monólogo teatral L'infantincida, con cierto escándalo al descubrirse que el pseudónimo de aquella prosa tremebunda encubría la identidad de una mujer acomodada. A partir de entonces adoptó el nombre literario de Víctor Catalá, lo que no evitó que el escándalo se reprodujera al publicar en 1907 los cuentos Dramas rurales y sobre todo la novela de éxito Solitud, traducida a múltiples idiomas y considerada como obra esencial de la narrativa modernista catalana, conjuntamente con La febre d'or y Pilar Prim de Narcís Oller. Su éxito se produjo en pleno
ascenso de la nueva corriente cultural del Noucentisme, enfrentada al ruralismo naturalista de los modernistas. En Solitud la historia del personaje femenino de Mila se basa en la insatisfacción de su matrimonio con un hombre abúlico al que debe seguir a regañadientes para ocuparse de una ermita de montaña solitaria y adusta.
ascenso de la nueva corriente cultural del Noucentisme, enfrentada al ruralismo naturalista de los modernistas. En Solitud la historia del personaje femenino de Mila se basa en la insatisfacción de su matrimonio con un hombre abúlico al que debe seguir a regañadientes para ocuparse de una ermita de montaña solitaria y adusta.
En alternancia con su domicilio barcelonés de la calle Valencia nro. 250, Víctor Catalá vivía en la casa familiar escalense de la calle Mayor nro. 37 (actualmente calle Enric Serra), donde se hizo cargo de la administración de las propiedades familiares, regentadas por aparceros. También heredó y aumentó tras la muerte de su padre en 1890 terrenos en los que excavaba a título privado y adquiría para su colección particular las piezas griegas o romanas que le ofrecían los buscadores clandestinos.
En 1892, a los 22 años, ya se carteaba con el vicepresidente de la Comisión de Monumentos de Girona y primo suyo, Felip de Lloret, quien le agradecía las informaciones sobre Empúries. En marzo de 1909 escribía a Joan Maragall, dentro de la correspondencia que mantenía con el admirado poeta: "Está ya muy rascado todo aquel terreno [Empúries] por quienes buscan el jornalito, desenterrando sin discernimiento ni conciencia objetos que luego entregan sin pena a los más avispados".
Hoy en el paseo marítimo de La Escala, que lleva el nombre del padre de la escritora y diputado Lluís Albert Paradeda, se levantan la casa modernista Solitud y el jardín anexo Clos del Pastor (en honor del personaje de la novela), edificados en 1915 por la admiradora reusense Antònia Bartomeu Baró, quien legó en herencia ambas fincas a Víctor Catalá. A la muerte de la escritora, esta las cedió al sobrino Lluís Albert Rivas, quien creó el Museo-Archivo Víctor Catalá.
En el discurso de ingreso en la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, leído el 14 de enero de 1923, Víctor Catalá no habló de literatura, sino de la inclinación por la antigüedad que representaba Empúries. El presidente de la docta corporación, Josep Pin i Soler, le pidió que acortara el texto, pero la versió íntegra apareció con el título Ressons d'Empori en el boletín de la Real Academia de Buenas Letras de setiembre de 1922.
Su descripción de los conocimientos arqueológicos era confusa y carente de método, pese a concluirla con párrafos literarios mejor trabados, característicos de su estilo: "Poniendo devotamente el oído en la mágica caracola vacía que el destino dejó olvidada entre la arena de oro del Golfo de Roses, hemos creído oír el eco de las voces misteriosas de ultratumba, la polifonía ancestral que levanta la raza mezclando sus gritos de alegría y gemidos de dolor con los bramidos del mar y los chillidos de la tramontana; y es de aquellos ecos que hubiéramos deseado hacernos eco”.
Más de diez años después del inicio de las excavaciones oficiales por parte de la Mancomunitat, Víctor Catalá seguía rehusando en 1919 vender a las autoridades catalanas sus terrenos adyacentes. Siguió excavando privadamente y de forma ilegal, con la colaboración de Josep Gudiol Cunill, conservador del Museo Episcopal de Vic e historiador del arte, quien la animaba a enfrentarse a los arqueólogos oficiales. Los hallazgos y compras permitieron a la escritora reunir en su casa una importante colección de centenares de piezas ampuritanas de valor, que estudiaba y dibujaba.
El Decreto de Protección del Patrimonio Histórico, Artístico y Científico de Catalunya, publicado en el Diario Oficial de la Generalitat el 31 de octubre de 1937, y el siguiente Decreto de Organización del Servicio de Excavaciones y Arqueología de 28 de enero de 1938 permitieron la confiscación durante la Guerra Civil de colecciones privadas como la de Víctor Catalá, en el marco de las medidas de preservación del patrimonio, ya fuese de los incontrolados, de los bombardeos enemigos u otros peligros derivados de la guerra.
La colección le fue requisada en 1936 por orden del conseller de Cultura Ventura Gassol y trasladada al Museo Arqueológico de Barcelona. Después de más de veinte años de solicitarle reiteradamente y sin éxito que la cediese al museo de Empúries para su exposición pública, Pere Bosch Gimpera ordenó la incautación. Los funcionarios pegaron en los cristales de las vitrinas unos adhesivos que rezaban "Requisado por la Generalitat de Catalunya". La propietaria no los quiso sacar nunca, hasta su muerte en 1966.
La ocupación de Empúries por el Ejército republicano se produjo a partir de octubre de 1936 para instalar piezas de artillería traídas de Barcelona, tres el bombardeo de Roses por la flota franquista. Los soldados empezaron a excavar trincheras con herramientas requisadas a los arqueólogos. Pere Bosch i Gimpera decidió en enero de 1937 trasladar al Museo Arqueológico de Barcelona una parte de las piezas del museo de Empúries, incluidas las de Víctor Catalá.
La incautación de la colección fue controlada en todo momento por los responsables de la Generalitat, a diferencia de la de otras colecciones privadas escalenses como las de Mercè Granell, Ramon Oliveras o Juan Rubert, llevadas a cabo por el Comité Antifascista de La Escala, cuyo fruto no llegó al Museo de Empúries. El mismo organismo de poder popular registró varias casas de Víctor Catalá en búsqueda de armas u otras pruebas de connivencia con el enemigo, tres el traslado de su colección arqueológica.
La escritora tradujo la impresión causada por los hechos en los siguientes versos, alrededor del busto de Homero y la estatua neoclásica del Espinario, de Josep Llimona, que presidían y aun presiden su residencia del Clos del Pastor:
Oh bell Homer de la sublim orbesa.
Oh Espinari tranquil i reposat,
una altra orbesa orfa de noblesa
vostre redós deixava profanat.
I a l'espetec del màuser victimari
crim de lesa bellesa es perpetrà
que el noble marbre i bronze estatuari
el plom de la revenja afusellà.
Oh bell Homer de la sublim orbesa.
Oh Espinari tranquil i reposat,
una altra orbesa orfa de noblesa
vostre redós deixava profanat.
I a l'espetec del màuser victimari
crim de lesa bellesa es perpetrà
que el noble marbre i bronze estatuari
el plom de la revenja afusellà.
La colección incautada a Víctor Catalá regresó en la postguerra al domicilio escalense de la propietaria. El nuevo director de Empúries, Martín Almagro, también mantuvo relaciones tensas con la escritora y la trató de saqueadora en su estudio de 1953 Las Necrópolis de Ampurias.
En 1965 los profesores Lluís Pericot y Joan Maluquer de Motes, conjuntamente con el arqueólogo Miquel Oliva Prat, pretendieron convencer a Víctor Catalá para que dejase realizar un inventario científico de su recuperada colección, del que solo se publicó en 1966 y 1967 en la revista Pyrenae el de las 466 monedas que la integran.
Víctor Catalá murió en 1966 en La Escala, a los 95 años. Su valiosa colección de piezas de Empúries mantiene todavía la condición de propiedad particular. Tan solo una pequeña muestra de los centenares de piezas se encuentra expuesta en la casa familiar de la calle Mayor y en el Museo-Archivo Víctor Catalá del Clos del Pastor, por ejemplo el importante lekanis ático o cerámica de figuras negras con decoración de esfinges y sirenas, datado del siglo VI aC, así como otros objetos como brazaletes, clavos, fíbulas, figuras de animales y jarritos de alfarería o ungüentarios procedentes de las tumbas de las necrópolis que ella vació o compró.
La polémica tensión que mantuvo con las autoridades de épocas sucesivas se hizo extensiva al estilo de su literatura, desmarcado de las tendencias del momento. Era una actitud personal inamovible, con expresiones a veces afortunadas y otras menos.
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