5 jun 2015

La alcaldesa Colau merece más simpatías que la de sus votantes


Una parte importante del electorado ha votado a fuerzas políticas afortunadamente nuevas, que equivale a decir afortunadamente inexpertas. En este caso la inexperiencia no puede ser utilizada como una acusación ni una trampa para ayudarlas a tropezar. Esquerra Republicana y la CUP ya han anunciado que no entrarán en el gobierno municipal de la alcaldesa Colau, como mucho le brindarán un apoyo externo y condicional.  El alcalde Xavier Trias gobernó en minoría con 14 concejales. La plataforma ciudadana
Barcelona en Comú deberá gobernar con 11 concejales, lejos de los 21 que significan la mayoría del total de 41 ediles. Nunca la fuerza más votada había obtenido una cifra tan baja de concejales. 
El diario más poderoso de la ciudad se ha apresurado a entrevistar al president de la Generalitat al día siguiente del resultado electoral, lo que aun no ha hecho con Ada Colau (será insólito gobernar sin grandes medios de comunicación favorables). Artur Mas se ha mostrado “preocupado” por el futuro de Barcelona. No ha dicho nada sobre el hecho de no felicitar ni siquiera protocolariamente a la ganadora, sobre el último embargo judicial preventivo de quince sedes de Convergència por el “caso Palau” ni sobre los últimos datos según los cuales los contratos laborales inferiores a un mes de duración representaban en 2007 en Barcelona el 28% del total y ahora el 41%, uno de los múltiples efectos del reparto injusto del peso de la crisis y del crecimiento acelerado de la desigualdad durante su mandato al frente de la Generalitat y el de sus correligionarios en el Ayuntamiento. 
Ser la fuerza más votada no es el único argumento a favor de la alcaldesa Colau, ni siquiera el de mayor peso. Esperanza Aguirre ha obtenido más votos en Madrid que Manuela Carmena. El propio Artur Mas sumó más en dos ocasiones consecutivas que las fuerzas que se coaligaron en el gobierno tripartito de izquierdas. 
La cuestión radica en la capacidad de generar afinidades y alianzas, de sumar con otras fuerzas presentes que postulan un cambio de gobierno. Prestar apoyo a una mayoría alternativa y a un cambio de gobierno implica una cultura de coalición que debe esperarse que practiquen las fuerzas minoritarias que deseen escapar al magro balance y al desenlace de “ritorno all’antico” de los dos gobiernos tripartitos de izquierdas en la Generalitat. 
El reto de la alcaldesa Colau no merece solo la simpatía de sus votantes. También la de otra mayoría aun más amplia, capaz de reconocer que su victoria se ha debido a la injusta e ineficaz política de recortes puesta al servicio de la gran finanza por los gobiernos salientes. Capaz de reconocer que los 1.633 desahucios judiciales instados por las entidades bancarias que ha frenado la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) que ella lideraba son una acción digna de un monumento. Capaz de reconocer que la alternativa de gobierno de los inexpertos representa la necesidad y la energía de una nueva trama de intereses a favor de la gran mayoría de la sociedad, la fuerza integradora de una nueva política y unos nuevos políticos. 
También se puede llamar regeneración de la democracia de todos (la de los ganadores y la de los perdedores), en los hechos concretos de la gestión institucional del día a día y no solamente en los discursos. El contraste inevitable con las costumbres anteriores puede resultar sorprendente, torpe o chocante. Tiene que verse a quién beneficia y perder una parte del respeto a los poderosos que han demostrado no merecerlo, a los prestigios públicos que encubrían en realidad la política de incremento descarado de la desigualdad. 
Los gobiernos salientes no solo se han mostrado insensibles a la tragedia vivida por los ciudadanos despedidos, desahuciados o recortados en los servicios básicos, sino que han protagonizado con plena conciencia esa política de reparto escandalosamente desigual de los efectos de la crisis, sin importarles la confrontación social que se podía lógicamente derivar y que ahora se ha manifestado en las urnas.
Los especuladores al por mayor, los evasores fiscales sistemáticos, los corruptos imputados y los recortadores oficiales han utilizado las leyes como les ha convenido, hasta poner en cuestión la salud y la credibilidad del sistema democrático. “Si es preciso desobedecer leyes injustas, se desobedecen”, ha manifestado Ada Colau y se han rasgado las vestiduras quienes hasta hoy han infringido todas las leyes que han podido.

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