Algunos días los reyes de España se pirran por darse un baño de republicanismo protocolario en el país que guillotinó a los antecesores de su familia. En justa correspondencia, las instituciones republicanas francesas sobreactúan con despliegue de alfombras rojas para acoger a los Borbones españoles de la democracia. Felipe VI habló anteayer en el perchoir o tribuna de oradores de la Asamblea Nacional francesa (Congreso de Diputados), como ya hizo su padre en 1993 y pocos jefes de Estado o de gobierno más. Ayer Felipe VI se permitió la francesilla de descubrir en el Ayuntamiento parisino la placa que da nombre a un
jardín en honor de La Nueve, la compañía de republicanos españoles de la División Leclerc que llegó primero para liberar la casa consistorial de la capital francesa de los ocupantes alemanes, el 24 de agosto de 1944.
jardín en honor de La Nueve, la compañía de republicanos españoles de la División Leclerc que llegó primero para liberar la casa consistorial de la capital francesa de los ocupantes alemanes, el 24 de agosto de 1944.
El actual primer ministro francés, la alcaldesa de París, el director del Museo del Louvre y el secretario general del principal sindicato CGT, sin ir más lejos, son franceses de origen español directo. El pasado mes de setiembre se cumplió el 75 aniversario del dramático éxodo de medio millón de republicanos españoles (soldados y civiles por mitades) a través del Pirineo tres la caída de Cataluña en manos del ejército franquista en enero de 1939. Fueron recibidos por las autoridades francesas en condiciones deliberadamente oprobiosas para empujarles a regresar, como hizo la mayoría.
El éxodo republicano no alteró sustancialmente el número global de españoles en la vecina Francia. Entre los censos franceses de 1936 y 1946 pasaron de 254.000 a 302.000 (se mantenían en el mismo tercer lugar que antes, tras italianos y polacos).
La práctica totalidad de los efectivos de División Leclerc (146 hombres de 160) que en 1944 encabezaron la liberación de París de los ocupantes alemanes eran republicanos españoles exiliados en Francia que siguieron luchando en la Segunda Guerra Mundial, esperando que la victoria de las potencias democráticas aliadas no barriese tan solo del poder a Hitler y Mussolini.
Su esperanza se vio radicalmente frustrada, les engañaron. A cambio les han dejado entrar en la pequeña leyenda del republicanismo francés y los monarcas españoles les han dedicado un minuto y una sonrisa.
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