El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) acaba de anunciar que el año próximo presentará en colaboración con el Museo del Prado una amplia exposición del pintor boloñés del siglo XVI Annibale Carracci, gracias a los destacados frescos murales que poseen ambas instituciones. Proceden de la tristísima peripecia de la iglesia de San Giacomo degli Spagnuoli o Santiago de los Españoles de Roma. Confío en que la exposición servirá para recordar la desidia que llevó a la desaparición del templo titular de la corona de Castilla en Roma, en plena Piazza Navona, y al usufructo desde entonces --por no decir apropiación-- de la iglesia de la corona de Aragón en la vecina Via Montserrato. Durante
el resurgimiento urbanístico de la Roma barroca, España era una potencia europea aliada del papado. Compró y edificó en Roma numerosas casas y palacios que sigue poseyendo hoy, no solo el conocido Palazzo Spagna de Piazza Spagna, que ahora ocupa la embajada ante el Vaticano. Una elevada proporción del catastro inmobiliario de Roma se halla en manos eclesiásticas y también del Estado español, desde la fiebre reconstructora barroca hasta la actualidad, dentro de un dominio discreto y una gestión opaca.
el resurgimiento urbanístico de la Roma barroca, España era una potencia europea aliada del papado. Compró y edificó en Roma numerosas casas y palacios que sigue poseyendo hoy, no solo el conocido Palazzo Spagna de Piazza Spagna, que ahora ocupa la embajada ante el Vaticano. Una elevada proporción del catastro inmobiliario de Roma se halla en manos eclesiásticas y también del Estado español, desde la fiebre reconstructora barroca hasta la actualidad, dentro de un dominio discreto y una gestión opaca.
Era costumbre que cada país católico levantase en Roma un templo céntrico como iglesia nacional. El de la corona de Castilla fue, frente al Palazzo Pamphili de Piazza Navona, la iglesia de Santiago de los Españoles. El interior fue pintado al fresco entre 1602 y 1607 por el cotizado maestro del momento Annibale Carracci y algunos discípulos, a lo largo de una secuencia de escenas sacras de amplias dimensiones.
La iglesia se vio completamente abandonada por el Estado español a partir de 1829. Con la techumbre hundida, se convirtió en almacén de carruajes en pleno centro histórico romano. Las autoridades españolas la pusieron a la venta en 1879 y se interesó una comunidad protestante. Ante tal eventualidad, el papa León XIII la hizo comprar por la orden francesa de los Misioneros del Sagrado Corazón, que la reconstruyeron y rebautizaron en 1881 como Virgen del Sagrado Corazón, y la siguen poseyendo.
La condición de iglesia titular del Estado español fue transferida a la de la Virgen de Montserrat, propia de la corona de Aragón desde el siglo XVI, que pasó a llamarse Santa María de Montserrat de los Españoles. El destacado templo de Via Monserrato, a dos pasos de Piazza Farnese, es obra del arquitecto Antonio Sangallo el Joven, con fachada de Francesco da Volterra. Fueron enterrados en ella los papas Borgia y, provisionalmente, el rey Alfonso XIII.
En el momento de la venta de Santiago de los Españoles, el escultor catalán residente en Roma Antoni Solà encargó que los dieciséis frescos de Annibale Carracci fuesen pasados a lienzo y enviados al Museo de Arte de Barcelona. La versión que daba el profesor Elías Tormo sobre el destino de los frescos, en el libro de 1942 Monumentos de España en Roma, era algo más malévola: “Al tránsito por Barcelona, más o menos oficiosamente, se vieron detenidos los más de ellos, y se colgaron en aquella parte de la Lonja de Barcelona, ya históricamente consagrada a las Bellas Artes, desde el siglo XVIII. Después pasaron al Museo del Parque, hoy en el nuevo local de Montjuïc. Los restantes llegaron a Madrid, e ingresaron en el Prado”.
Los nueve frescos de Carracci del MNAC de Montjuïc se encuentran expuestos de forma permanente en una sala propia. Verlos reunidos el año próximo con los siete de la misma secuencia en posesión del Prado y otras obras de Carracci no debe servir solamente para revisitar la obra del pintor boloñés. También para recordar la desidia con se que perdió una parte del patrimonio español en Roma.Sobre lo que aun le queda, que es mucho, posiblemente no bastaría con una exposición de arte.
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