Ayer el compositor e intérprete palafrugellense Josep Bastons (foto de Toni Foixench) formó parte de los ciudadanos que recibieron la Creu de Sant Jordi en el Palau de la Generalitat. Llevo demasiado tiempo sin verle, pero me alegro extraordinariamente de la condecoración, con alguna reserva que expresaré más abajo. Mi libro L’Empordà com un món, publicado en 1998, contiene un capítulo dedicado a Bastons que dice: “He dedicado un par o tres de libros, ponencias, prólogos y artículos de todo tipo a las habaneras. Les he dedicado muchas horas, probablemente demasiadas. Seguir un género musical, vivir y estudiar el arte de la música en alguna de sus vertientes, es un trabajo laborioso, tan solo a cambio de ciertos instantes especialmente gratificantes. A mi algunos de esos instantes me los ha proporcionado el maestro Josep Bastons, conocido como compositor e intérprete de habaneras, aunque para mi ante todo un músico de
oficio, visto por una vez sin la distancia del escenario, del disco, de la mitificación.
oficio, visto por una vez sin la distancia del escenario, del disco, de la mitificación.
"A su lado me ha parecido aproximarme, algunos días privilegiados, a la fibra medular de la música, con un fugaz e intenso placer largamente perseguido. Quedaría mejor si dijera que lo he logrado a través de Mozart, Wagner, Verdi o Mompou. También ha sido a través de Josep Bastons y siempre se lo he reconocido.
“Josep Bastons ha salvado con su guitarra y su voz, con su forma de saber estar, muchísimas cantadas espontáneas en las tabernas de Calella de Palafrugell y otros puntos de encuentro de las cantadas de cuadrilla o sobremesa. Debería decir que las ha protagonizado, aunque siempre de una forma aparentemente imperceptible, como quien no quiere la cosa, al servicio de las ganas de los demás, incluso si no eran exactamente las suyas.
“A veces, al cabo de algunas horas, se acaba acariciando el cielo con la punta de los dedos. También a veces, cuando ya casi todos ha saciado las ganas de lo que denominan ‘cantar un par’, si él está de buenas, arranca su tanda de boleros y tangos. Es el momento supremo. En la cara de los supervivientes de la velada, incluso de los bramadores, se empieza a dibujar una expresión beatífica, extasiada. Entonces, muy adentro de las vísceras, experimentan la sensación inconfesable de que la mejor habanera siempre será un bolero y el mejor bolero siempre será un tango. Las habaneras, decía, son un pretexto, a veces un magnífico pretexto. Y la mayoría de esas veces, Josep Bastons suele estar”.
Así pues, la Creu de Sant Jordi impuesta ayer a Bastons reconoce una larga trayectoria de calidad dentro de un género musical considerado menor, cuando lo único que debe considerarse es la calidad. Siempre he sostenido, también en público, que la proporción de momentos de calidad en comparación con los intrascendentes es la misma entre los géneros populares que en el Liceu.
Josep Bastons ha contribuido poderosamente a levantar el listón de su mundo. Precisamente por ello la Creu de Sant Jordi se la deberían haber otorgado antes, por ejemplo en 1999 cuando la concedieron a Josep Lluís Ortega Monasterio o en 2014 al grupo Pescadors de l’Escala.
Una de las calidades principales del maestro Bastons es lo que califiqué en el libro de 1998 “su forma de saber estar”. Cuenta mucho en las actividades de grupo y en el mundo artístico en particular. Ahora esta Creu de Sant Jordi 2016 viene a reconocer lo que desde tantas décadas atrás sabíamos, disfrutábamos y seguimos disfrutando. Josep Bastons es un punto de referencia, una expresión de calidad humana y musical, una lección de saber estar.
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