Ayer fui a caminar por los alrededores de Perpiñán con el cronista cultural rosellonés Jaume Queralt y a hacer los honores a la comida de Maria Queralt en el jardín de su casa, en el barrio de Sant Assiscle. Nunca sé dónde me llevará a caminar, pero estoy seguro por anticipado que me interesará. Es uno de los paladares más afinados de la cultura de las tierras catalanas de Francia. Para alimentar nuestro viejo debate me recomendó que antes de desplazarme leyera dos libros en concreto. Llegué a la estación de Perpiñán con los deberes hechos. Allí me notificó que esta vez iríamos a caminar a Sant Vicens, en las afueras del barrio de Sant Galdric. Mientras abríamos camino retomamos la conversación, aunque hace ya mucho tiempo que
nuestros debates tienen menos trascendencia que los pasos caminados de nuestra amistad, que nuestra huella material sobre el terreno.
nuestros debates tienen menos trascendencia que los pasos caminados de nuestra amistad, que nuestra huella material sobre el terreno.
Las palabras, las ideas, las posiciones ideológicas resultan secundarias frente al gozo de reencontrarnos, pegar la hebra en todas direcciones y dejar revolotear el intercambio de impresiones por encima de la red de seguridad de todo lo que ya tenemos acordado, escrito y publicado juntos o por separado.
Ayer fuimos a Sant Vicens. Recuerdo muy bien cuando, décadas atrás, los amigos de Perpiñán me llevaban a los concurridos vernissages de las exposiciones organizadas en el Taller de Sant Vicens como quien penetra en un templo vivo de la cultura rosellonesa, recubierto por la aureola de la “colla de Sant Vicens”: Fermí Bauby, Aristides Maillol, Raoul Dufy, Jean Lurçat y sus amigos Picasso y Dalí. A los vernissages del Taller de Sant Vicens acudía el “tout Perpignan” sin excepción.
Ayer martes accedí de nuevo al recinto con algo más de prevención. La finca del Mas Cargolers, en la periferia vinícola perpiñanesa, fue convertida a partir de 1938 por el mecenas Fermín Bauby y su hermano Denys en un centro de arte dedicado primordialmente a la elaboración de cerámica de autor. Sigue en actividad, dirigido por Claire Bauby Gasparian. Dispone en la recepción de una tienda y una exposición abierta al público cada día. Aunque actualmente no galvaniza tantas actividades como antes (han surgido otros focos en Perpiñán), el Taller de Sant Vicens sigue plenamente vivo como residencia de artistas y la continuidad de las iniciativas culturales siempre es motivo de regocijo.
La novedad de ayer fue que el ayuntamiento de Perpiñán ha habilitado un nuevo parque público de grandes dimensiones justo al lado. Ahora también existe un magnífico Parc de Sant Vicens, donde ayer un grupo de jubilados hacía taichí a las órdenes de una amable monitora mientras nosotros dos discurríamos sin detener el paso.
Eso sí, el nuevo parque municipal está rigurosamente separado de la finca de Sant Vicenç, que pertenece por legado del mecenas al Consejo General o Diputación. Si las dos administraciones públicas se hubieran puesto de acuerdo para fusionar los terrenos, todo el mundo habría salido ganando.
Tomo muchas notas mentales y algunas escritas de lo que charlamos con Jaume Queralt, sin embargo al regresar a casa tengo la invariable impresión que las palabras, las ideas y las posiciones ideológicas no alcanzan a cobrar más importancia que el simple hecho de repetir nuestras caminatas dialogantes y las sobremesas en el jardín, amenizadas por el parloteo estentóreo del papagayo del vecino. Representan un valor por sí mismas, el destilado de muchos años de mirar pasar el mundo y hablar de ello con deleite, sin la pretensión de arreglarlo demasiado.
Jaume Queralt es en la esfera privada un amigo insobornable y en la esfera pública un personaje huidizo por vocación. El novelista rosellonés Joan Daniel Bezsonoff lo acaba de retratar en la Revista de Girona con la excusa del blog que Queralt mantiene. Lo ha hecho de una forma que yo no podría mejorar y por consiguiente le copio: “La revolución informática y el desarrollo acelerado de Internet están modificando todos los códigos conocidos. Una de las novedades más interesantes es la aparición de los blogs dedicados a la crítica literaria. Unos cuantos blogs merecen una visita, como decían les guías verdes Michelin de antaño, mucho más en todo caso que algunos críticos profesionales ''de cuyo nombre no quiero acordarme’. Una vez o dos por semana exploro una nueva provincia del mundo de Jaume Queralt. Los amantes de las musas deben conocer a este poeta, autor de una obra rica y variada. Poeta, profesor de artes plásticas, periodista cultural en L'Indépendant, historiador inspirado de la Retirada, biógrafo de Jordi Barre.
Su blog nos informa regularmente de la actualidad nord-catalana, tanto pictural como musical o literaria. Un festival de alacridad. Alternando el francés y el catalán, con algunas incursiones en castellano del siglo de oro, usando una ortografía más poética que gramatical stricto sensu, Queralt, disfrazándose tras parapetos de heterónimos como Arsène Lupin, nos confía sus entusiasmos y comenta la correspondencia del comandante Francesc de Fossa, compositor perpiñanés romántico conocido como el 'Haydn de la guitarra'. Salvar del olvido a este músico renegado constituye una misión sagrada para Jaume Queralt.
Como Emil Cioran, ha bebido todos los licores de la melancolía, pero lo oculta con la clase de un Cary Grant, un humor punzante que lo debe todo a la discreción. A Queralt tal vez le habría gustado ser optimista, pero ha ido tan lejos en su conocimiento de la vida que se ha refugiado en una ciudadela ideal, donde durante las noches de verano, los papagayos sabios imitan todos los ruidos que han captado de día en la barriada”.
Ayer martes el papagayo del jardín del vecino no callaba, y eso también forma parte de la atmósfera que acudo periódicamente a reencontrar junto a Jaume y Maria Queralt, al aire libre de la república independiente del barrio perpiñanés de Sant Assiscle.
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