Me han llevado a Santiago de Compostela de paseo, no en peregrinación. El itinerario tenía que empezar por fuerza en la plaza del Obradoiro, sin embargo a mi me refractan los monumentales edificios religiosos y civiles pensados para impresionar y empequeñecer a la gente común, para postrarla ante la autoridad. De modo que hemos callejeado por la animada ciudad vieja para desembocar en el parque de La Alameda. Los parques, la botánica ciudadana, suelen ser un termómetro de la urbanidad, del grado de cultura urbana. El parque de La Alameda santiagueño me ha llevado a entrar más en calor que el Obradoiro. En uno de los senderos ajardinados de la entrada del recinto la gente se detiene para hacerse la foto junto al sencillo y colorido monumento, a ras del suelo, de As Dúas Marías. Los
autóctonos acostumbran a recomendar no quedarse solamente con la apariencia estrafalaria de ambas mujeres ni con la de “ninot” de falla de la estatua. O mejor dicho, no quedarse solamente con la interpretación clásica y conservadora de la apariencia estrafalaria de algunas personas o de de “ninot” de falla de algunas estatuas.
autóctonos acostumbran a recomendar no quedarse solamente con la apariencia estrafalaria de ambas mujeres ni con la de “ninot” de falla de la estatua. O mejor dicho, no quedarse solamente con la interpretación clásica y conservadora de la apariencia estrafalaria de algunas personas o de de “ninot” de falla de algunas estatuas.
Las hermanas conocidas por As Dúas Marías simbolizan una época oscura y reaccionaria de posguerra, contra la que ellas plantaron cara con los modestos medios a su alcance: salir a pasear cada día del brazo por el centro de la ciudad con su garbo excéntrico.
Coralia y Maruxa Fandiño Ricart procedían de una familia trabajadora de once hermanos, castigada por la represión contra la militancia anarquista de algunos de sus miembros. Ellas dos, poderosamente maquilladas y vestidas de colorines, paseaban juntas cada día por la ciudad vieja y La Alameda a las dos en punto del mediodía.
En su fantasía de solteras, estaban convencidas de que enamoraban a los hombres. Si se terciaba, flirteaban con los abundantes estudiantes que ocupaban el centro urbano de Santiago a la hora de comer. Según algunos, estaban chaladas. Según otros, representaban un grito de libertad dentro de su drama personal y del gris recluido de la época.
Eran dos mujeres modestamente libres, dos “locas” que la sociedad bienpensante maltrataba. Murieron en 1980 la primera, en 1983 la segunda. Ahora cuentan con una estatua en el parque de sus y mis paseos, una de las estatuas más conocidas de la ciudad por la curiosidad que despierta la apariencia estrafalaria. Sobre As Dúas Marías se han escrito libros y filmado documentales.
Han provocado la simpatía de nuevas generaciones a través de su historia y de la popular estatua, que a algunos nos deja menos fríos que los grandes monumentos oficiales.
0 comentarios:
Publicar un comentario