Los días más calurosos de este mes de agosto me he ofrecido unas tranquilas vacaciones al fresco de las espaciosas y plácidas bóvedas góticas de la Biblioteca de Catalunya. He querido repasar página a página y tomar notas de los 31 números publicados hasta ahora de la revista semestral Gavarres, los 22 números de su hermana Cadí-Pedraforca, los 19 números de Les Garrotxes y los 17 de Alberes. Son las cuatro revistas que publica Editorial Gavarres de Cassà de la Selva, dedicadas a temas locales con un enfoque innovador y un diseño atractivo, fruto de la iniciativa del diseñador y editor Àngel Madrià. Lo he querido hacer porque representan una enormidad de información reciente que no encuentro en ninguna otra parte, una mina de descubrimientos sobre la realidad local del país de hoy que no aparece en los diarios con este detalle, con esta visión moderna del localismo. Cada número semestral de las cuatro revistas, con formato de libro ilustrado, es una pequeña enciclopedia viva de personajes anónimos entrevistados, de elementos del patrimonio revisitados, de paisajes vistos con ojos de ahora, de memoria oral y fotográfica conservada, de oficios reexplicados por
los protagonistas. En 2009 ya merecieron el premio a la mejor iniciativa editorial por parte de la Asociación de Publicaciones Periódicas en Catalán.
los protagonistas. En 2009 ya merecieron el premio a la mejor iniciativa editorial por parte de la Asociación de Publicaciones Periódicas en Catalán.
Detrás de las cuatro hay mucho trabajo de los numerosos colaboradores y los coordinadores de cada una, pero sobre todo hay una idea de fuerza: “No deseábamos gente famosa, sino gente que ha hecho posible nuestro paisaje, que ama su tierra y trabaja calladamente. Recuperamos un periodismo que se está perdiendo: ir a la busca de las fuentes en el territorio, escuchar mucho, interpretar y escribir”, manifiesta Àngel Madrià.
De todas sus características excepcionales, una me asombra especialmente en el mundo periodístico de hoy. Los colaboradores cobran, muy poco pero puntualmente. La editora también se ocupa de diseñar, maquetar y publicar libros por encargo. Y organiza periódicamente excursiones guiadas a algunos lugares protagonistas de cada número.
La relectura integral de su obra completa me ha proporcionado unos días de vacaciones formidables, cargados de estímulos, al fresco de las naves góticas de la Biblioteca de Catalunya, más plácidas que nunca.
Hace poco un lector tuvo la amabilidad de etiquetar en mi página Facebook la transcripción de un párrafo de mi libro L’Empordà com un món, publicado en 1998, que él acababa de leer con satisfacción en la Biblioteca de Girona: «El localismo suele tener mala imagen entre quienes lo consideran una manifestación de espíritus cerrados, cortos de vista, chovinistas, satisfechos de su pequeñez, carentes de apertura, de amplitud de compás y de horizontes. El calificativo de provinciano acostumbra a ser utilizado hoy como una ridiculización. Diría que se equivocan. Lo nocivo debe ser el exceso de localismo y provincianismo, del mismo modo que el papanatismo del abuso cosmopolita y snob».
Lo sigo pensando, naturalmente, reconfortado por la existencia de estas cuatro revistas de actualidad.
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