Una
biografía del rey Fernando VII de Borbón, escrita por el catedratico
Emilio La Parra, acaba de ganar el premio Comillas de historia,
biografías y memorias que concede la editorial Tusquets, ahora en la
órbita del grupo Planeta. No me extraña, una buena biografía actual de
aquel monarca retratado por Goya (imagen adjunta) permite más que antes
subrayar su carácter siniestro, obcecado, cobarde y mentiroso. Carlos IV
y su hijo, el futuro Fernando VII, peleados, abdicaron formalmente a
favor de Napoleón por el Tratado de Bayona. El ejército francés entró el
9 de febrero de 1808 por la frontera del Pertús. En teoría
eran aliados de
paso hacia Portugal, aunque la ocupación napoleónica reveló en seguida los auténticos designios. La insurrección de las partidas de somatenes, miquelets y guerrilleros contra el ejército invasor estalló desde junio de 1908, en particular alrededor ciudades medianas como Manresa, Girona, Lleida, Tarragona y Tortosa.
paso hacia Portugal, aunque la ocupación napoleónica reveló en seguida los auténticos designios. La insurrección de las partidas de somatenes, miquelets y guerrilleros contra el ejército invasor estalló desde junio de 1908, en particular alrededor ciudades medianas como Manresa, Girona, Lleida, Tarragona y Tortosa.
La
población se levantó contra los hijos de la atea, demoníaca, regicida y
guillotinadora Revolución francesa. Lo hizo en nombre de la fórmula
trinitaria “Religión, Rey y Patria”, pero también en nombre de su
libertad, sus familias y sus tierras (o su comercio con España por lo
que respecta a la burguesía mercantil). No era primordialmente una lucha
de principios contra la Revolución francesa, sino contra la imposición
del ocupante militar.
La
iglesia católica --el populoso estamento de curas y frailes-- jugó un
papel de primer orden, con frecuencia más escuchado por la mayoría
social que la monarquía y su gobierno. La ejecución en París de Luis XVI
de Borbón en la guillotina fue vivida aquí como una herejía,
debidamente atizada por las fuerzas de la nobleza y la iglesia local en
su campaña de fanatización contra el factor extranjero, ateo y
revolucionario.
Catalunya
manifestó entonces en el campo de batalla su interés en seguir siendo
una provincia española y no francesa. Las ideas procedentes de la
Francia de la Ilustración, de los enciclopedistas, de los defensores del
sufragio universal y la modernidad, eran aquí cosa de una ínfima
minoría, que daría el do de pecho con la Constitución liberal de las
Cortes de Cádiz de 1812 y el trienio liberal de 1820-1823.
La
guerra contra el ocupante napoleónico también era una guerra civil
entre partidarios del antiguo régimen y liberales afrancesados, opuestos
a la invasión francesa pero no a las ideas de la Ilustración. En
febrero de 1814 Napoleón retornó la soberanía española al rey Fernando
VII por el Tratado de Valençay y el monarca absolutista se reincorporó
el 22 de marzo al país por La Jonquera.
Empezaba
su venganza contra los liberales. Fernando VII abolió la Constitución
liberal de 1812, restableció la Inquisición y el papel de la iglesia,
reforzó el centralismo y alejó a España de la evolución de otros
países europeos.
De
aquel modo España no conoció la guillotina en la Puerta del Sol, el
triunfo de las ideas antiabsolutistas, la modernización estatal, el
liberalismo de las revoluciones de Inglaterra en 1688 y Francia en 1789,
ambas con decapitaciones reales incluidas. España no subió al tren
europeo de la participación en el gobierno de nuevos sectores sociales
emergentes. En vez de cortarle la cabeza al “rey felón” Fernando VII, el
pueblo lo aclamó a su retorno como el Deseado, incluido el pueblo de
Catalunya.
Cuando
los liberales españoles reclamaron de nuevo una monarquía
constitucional o incluso una república, la legión extranjera francesa de
los Cien Mil Hijos de San Luis y de la Santa Alianza jugaron a favor de
Fernando VII por interés en una España débil, anquilosada, subordinada,
tradicional y bien castiza, marginada del reparto geoestratégico del
Congreso de Viena. Aquella situación de hecho se alargaría
indefinidament
No hemos evolucionado nada
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