Un titular a cuatro columnas del diario La Vanguardia proclamaba ayer: “Los humanos tienen un culo grande y bonito diseñado para... correr”. Se trataba de una reseña del libro recién publicado por el redactor científico del diario, Josep Corbella, titulado La maravillosa historia de tu cuerpo. Las funciones musculares de los glúteos ya eran bien conocidas, la noticia radicaba más bien en el uso por escrito de la palabra “culo” en el titular de un diario bien pensante y la reivindicación de su belleza. Puedo certificar que poco tiempo atrás eso quedaba descartado. Cuando el año 2000 publiqué mi libro El cul de Napoleó o la revelació de Milà (Edicions 62), algunos criticaron el uso explícito de la palabra en un título literario y, de paso, también la reivindicación que desplegué de esta región anatómica. Lo consideraron de un gusto discutible. A lo largo del libro expuse la fascinación ejercida por la capital de la Lombardía a partir del detonante narrativo del culo del monumental desnudo
alegórico en bronce de Napoleón, una obra del escultor Antonio Canova que se yergue en el centro del patio del palacio milanés de Brera.
alegórico en bronce de Napoleón, una obra del escultor Antonio Canova que se yergue en el centro del patio del palacio milanés de Brera.
La estatua es la demostración más lograda de la belleza de esta zona corporal, la prueba de su protagonismo en nuestras vidas sentimentales, nuestros impulsos estéticos y algunos otros. Entre esos otros también expliqué los musculares, tal como relata igualmente Corbella en su libro.
Acertar la representación de las líneas rectas constituye a menudo una cuestión de dominio de la técnica, una habilidad de tiralíneas. En cambio las mejores representaciones de la curva solo se encuentran al alcance de la geografía de algunas bahías, la simplicidad del contorno de una almendra y algunos culos torneados por la insolencia de la naturaleza o modelados en bronce por algún artista en estado de gracia.
Regreso siempre que puedo al patio milanés de Brera. Pocos días atrás me retrataron de nuevo ahí en admiración, apoyado en la columna de la entrada.
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