Los dos últimos maestros de la escultura del cuerpo humano se llevaban 21 años de diferencia y Auguste Rodin ya se encontraba en la cúspide del reconocimiento internacional cuando Arístides Maillol empezó a alcanzarla, sin embargo el maestro mostró amistad y consideración hacia el seguidor porque intuyó que sus divergencias de estilo contenían una clave que Maillol resolvió de modo igualmente magistral, en la lucha común contra los cánones de la escultura clásica sin apartarse de la realidad carnal, especialmente los desnudos femeninos. El tormento mental del nórdico Rodin encontró una alternativa en el mediterráneo Maillol, al consolidar este una figuración sensual de sus modelos. La película biográfica “Rodin” que se acaba de estrenar trasluce de algún modo el debate con Maillol sin citarlo. Protagonizada por Vincent Lindon en el papel del escultor, abucheada en el último Festival de Cannes, logrará sin duda una proyección internacional que no tuvo el excelente film “El artista y la modelo”, dirigido en 2012 por Fernando
Trueba sobre Arístides Maillol, con el actor Jean Rochefort en el papel protagonista.
Trueba sobre Arístides Maillol, con el actor Jean Rochefort en el papel protagonista.
Pasó por las pantallas de aquí sin pena ni gloria. Exactamente igual que el principal escultor francés después de Rodin se vio poco valorado entre nosotros, a pesar de su condición de catalanoparlante de Banyuls y los frecuentes viajes a Barcelona.
El crítico de arte Alexandre Cirici Pellicer escribió con claridad desde 1970: "Maillol representó, como el provenzal Cézanne en pintura, el retorno al Mediterráneo. Hasta entonces fue el nórdico Rodin el definidor internacional de la escultura, en una concepción visualista hecha de vibraciones de luz y sombra, de un pálpito inconcreto, de una fusión de la materia sólida con la atmosfera circundante. Una Europa que giraba alrededor del París de final de siglo degustó la delicadeza sensible de aquel arte de alusiones montado sobre la carcasa patética de un sentimentalismo nostálgico y un sensualismo cargado de presagios. Arístides Maillol tomó el poder de reacción contra aquel arte e implantó un orden nuevo gracias a la solidez de su autenticidad rústica" [L'Art Català Contemporani. Ed 62, Barcelona 1970].
Intenté exponerlo con detalle en mi libro Maillol, l’escultor carnal [Curbet Edicions, 2012], aparecido en el mismo momento que el film. El municipio de Banyuls se encuentra hoy girado hacia el llano del Rosellón, hacia Perpiñán, hacia Francia. Por el contrario, el valle del Coll de Banyuls lo relaciona con su largo pasado, en que el pueblo vivía grasamente del contrabando. Aparentan no recordarlo. Por el Coll de Banyuls discurre una frontera estatal desde 1659.
El escultor fue hijo directo de la primera generación de bañulenses que podían desplazarse a estudiar el bachillerato a Perpiñán, antes de subir a París. Su emigración artística a la entonces capital cultural del mundo halló una solución de compromiso, obstinada y decisiva: pasó la primavera y el verano en París y el otoño e invierno en el territorio natal.
Lo mantuvo durante más de seis décadas. La gente de Banyuls no le entendía del todo. Costaba –y sigue costando-- creer en la fama internacional de aquel aparente rústico. Era un problema de estima y más aun de autoestima.
Hoy como entonces, resulta imposible valorar las obras de Maillol y su aporte frente a Rodin si no se valora el sustrato del que emergen: el amor desacomplejado por un territorio concreto y sus frutos más carnosos, supuestamente tan sencillos, tan espontáneos, tan rústicos… Esa fue la clave para alcanzar el nivel de Rodin. La película recién estrenada resulta mucho más reveladora y amena si, en paralelo, se visiona de nuevo a través de You Tube “El artista y la modelo” de Trueba, antes de pasear físicamente por el bellísimo e inspirador valle de Banyuls.
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