Cuando comencé a viajar a Italia compré en una librería romana el espléndido cartel a todo color de la entonces reciente exposición Del Tiziano al Greco: per la storia del manierismo a Venezia 1540-1590, montada en Venecia en 1981. El cartel reproducía casi a tamaño natural el cuadro “Venus y el amor”, del pintor holandés Lambert Sustris, uno de los numerosos ayudantes del taller veneciano de Tiziano. Presenta una reclinada Venus desnuda que juega con dos palomas blancas en el suelo mientras un puto (en italiano un angelito, un cupido) igualmente desnudito le enseña su flecha (foto adjunta). Tal como corresponde al manierismo pictórico italiano del siglo XVI, Lambert Sustris se entretuvo igualmente en pintar los detalles del lujoso diván sobre
el que se encuentra la Venus protagonista, así como el drapeado del cortinaje de fondo y un horizonte con elementos arquitectónicos y paisajísticos.
el que se encuentra la Venus protagonista, así como el drapeado del cortinaje de fondo y un horizonte con elementos arquitectónicos y paisajísticos.
Enrollé el cartel cuidadosamente para el viaje de retorno. Una vez aquí lo mandé enmarcar con madera color púrpura mate, un passe-partout blanco y un cristal de protección que aun agrandan más la escena. Ocupa desde hace largos años toda una pared de la sala de casa, algo empalidecido por el paso del tiempo, con los colores ligeramente desteñidos, pero todavía plenamente atractivo y presidencial.
El cuadro original cuelga en la misma sala del Louvre que la Gioconda, remodelada en 2005. Todo el mundo va por la Gioconda de Leonardo, sin embargo la misma sala alberga una cincuentena de telas italianas coetáneas, con profusión de obras de Tiziano, Veronese, Tintoretto y sus discípulos.
Yo acudo por mi Venus. Aquí restauran las telas cada dos per tres y los colores no pierden como en mi casa. Pero el cuadro original solo lo contemplo de vez en cuando y la reproducción de casa la miro cada día. Una cosa va por la otra.
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