Algunos colegas citan con frecuencia en los diarios de aquí al veterano periodista italiano Indro Montanelli, tal vez reconocimiento de una trayectoria ideológica camaleónica que no fue ni mucho menos una especialidad exclusiva suya. A mi me despierta una adhesión más matizada, salvo la admiración absoluta que le profeso por haber podido residir toda la vida mediante un alquiler de favor en un ático de 190 metros cuadrados con terraza en plena Piazza Navona romana, propiedad del Estado español, quien mantiene la titularidad por lejanas razones históricas de 220 pisos en 28 edificios del centro de la capital italiana. Ahora hay una placa en el portal del nro. 93 de esta plaza que lo recuerda. Dejó de residir ahí a la muerte de su
esposa en 1996, aunque mantuvo el alquiler hasta su propio fallecimiento en 2001, a los 92 años.
esposa en 1996, aunque mantuvo el alquiler hasta su propio fallecimiento en 2001, a los 92 años.
En aquel momento el administrador español cedió el ático mediante otro alquiler de favor (por debajo del precio de mercado) a un diputado italiano de la cuerda de Silvio Berlusconi.
Indro Montanelli fue largos años colaborador de La Vanguardia, donde le evocan con regularidad como maestro. En cambio El Periódico recordó a través de un artículo de Josep M. Fonalleras en la edición del 31 de marzo de 2019 algunas “proezas” de la juventud de Montanelli, a raíz de su participación en la invasión militar italiana de Etiopía: “En Etiopía adquirió (tenia derecho a ello según las leyes fascistas) una niña de doce años a quien explotó sexualmente. Y no solo no se arrepintió, sino que hizo ostentación toda la vida. ‘Por razones sanitarias me la busqué virgen’, declaró un año antes de morir. ‘Era un animalito dócil’, dijo. Para Kapucinsky el buen periodista debe ser buena persona. Llámenme ingenuo, pero también lo pienso. Y también pienso que Montanelli fue un sátrapa. Y que su indignidad no solo le desacredita como persona, también como periodista”.
Por mi lado, no me duelen prendas en reconocer que un carca redomado como Indro Montanelli es autor de algunas de las páginas más deslumbrantes sobre mi querida Piazza Navona porque tuvo el privilegio de vivir en ella a precio de saldo. Sobre lo demás, me acojo a los matices que he apuntado de buen comienzo.
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