La Universidad de Perpiñán acaba de trasladar la facultad de Derecho a un flamante edificio de nueva construcción en el barrio viejo, con mucho retraso histórico sobre la tendencia general de devolver algunas facultades universitarias al centro para contribuir a la renovación urbanística. La Universidad de Perpiñán siempre ha llegado algo tarde a casi todo, tras la anexión de la ciudad a Francia por el Tratado de los Pirineos de 1659, desmembrada del antiguo flujo de estudiantes procedentes de Catalunya y sucursalizada por las de Montpellier y Toulouse. La operación urbanística ha tenido el acierto de salvar como anexo al desvencijado y desértico edificio neoclásico de la antigua universidad, en que viví muchas horas como
sede del Archivo Histórico Municipal, que pocos investigadores frecuentaban. Los suelos de madera originarios crujían a mi paso con un cric-crac que me inquietaba en silencio, como vaticinio del valor histórico o bien del hundimiento inminente de los tesoros de la memoria que acogía. El nuevo edificio adjunto es de un estilo relamido y pretencioso que no llega a la suela del zapato de la elegancia mantenida por la sede histórica de al lado.
sede del Archivo Histórico Municipal, que pocos investigadores frecuentaban. Los suelos de madera originarios crujían a mi paso con un cric-crac que me inquietaba en silencio, como vaticinio del valor histórico o bien del hundimiento inminente de los tesoros de la memoria que acogía. El nuevo edificio adjunto es de un estilo relamido y pretencioso que no llega a la suela del zapato de la elegancia mantenida por la sede histórica de al lado.
La Universidad de Perpiñán la creó en 1350 el rey Pedro IV de Aragón el Ceremonioso. El edificio llamado de la vieja universidad lo construyeron en 1793 las autoridades francesas. Se vio abandonado veinte años más tarde, dentro de la decadencia de la última ciudad de la geografia francesa, que había sido la segunda en volumen de población de Catalunya, aunque a considerable distancia del de Barcelona.
Ahora el edificio restaurado de la vieja universidad acoge cuatro aulas de 125 plazas, al lado del edificio nuevo. La actual universidad se concentró en el campus de las afueras, en el barrio del Molí de Vent. Desde allí acaba de exportar a los 500 estudiantes de la Facultad de Derecho hasta la entrada del degradado barrio viejo de Sant Jaume, al lado de la Mediateca o Biblioteca Municipal también en remodelación y del aristocràtico Hotel Pams, igualmente municipal.
Suma 9.000 estudiantes, con facultades de Derecho, Ciencias, Económicas y Letras, así como tres institutos de Tecnología, Administración de Empresas y un Instituto Franco-Catalán Transfronterizo. Los suelos del nuevo edificio en el barrio viejo no crujen lo más mínimo, tal vez echo de menos la fascinación de aquel cric-crac que me inquietaba en silencio.
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