Desde 1848 el tren de Barcelona a Mataró discurre a orillas de la playa. Todo el mundo sabe que se ha convertido en insostenible por la mengua de tierra de la franja costera. Los días de temporal, en el Maresme las olas baten contra los vagones en circulación de la concurrida línea R1 de Renfe. A través de la empresa responsable Adif, el ministerio de Fomento invierte en este momento 12,8 millones de euros para reforzar la escollera que sostiene la vía en los 2,2 kilómetros comprendidos entre Cabrera de Mar y Mataró, dentro de un trabajo de Sísifo igual de inútil que dragar cada año
la arena para recuperar franjas de playa de la zona que el temporal siguiente se llevará de nuevo.
la arena para recuperar franjas de playa de la zona que el temporal siguiente se llevará de nuevo.
Los millones de dinero público invertido año tras año para poner parches completamente insuficientes ya deben sumar más que el coste de la obra que ningún gobierno se ha atrevido a acometer: soterrar la vía férrea más hacia el interior y convertirla en prolongación del metro que ahora llega hasta Badalona, al mismo tiempo que se cumple la vieja promesa de convertir la carretera nacional costera en paseo local gracias al desvío del tránsito hacia la autopista liberada de peaje.
Sin esto, la “California catalana” del Maresme seguirá siendo una comarca estrangulada, a pesar de los millones invertidos en obras tan solo útiles a cortísimo y engañoso plazo. Cuando se piensa en la cantidad de gobiernos que se han sucedido sin aportar una solución sólida, a pesar de las evidencias técnicas y las promesas acumuladas en este sentido, la carencia causa pavor.
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