Los visitantes de determinadas comarcas interiores catalanas han experimentado estos días el fenómeno de la niebla con cierta sorpresa. Puede ser muy bucólico cuando solo dura un rato por la mañana, aunque francamente impertinente si se mantiene hasta el mediodía o no se levanta ni por la tarde. En Lleida ostentan el récord de tres semanas seguidas sin ver un rayo de sol por culpa de la niebla persistente, por algo la ciudad y su comarca ocupan el área geográfica de la Depresión Central... Algunos sostienen que este fenómeno atmosférico no debe verse negativamente. La condensación de la humedad ayuda a fortificar las plantas de los cultivos y los frutales... En cuestiones atmosféricas las predilecciones son muy variadas y divergentes. Viví algunos años en una comarca donde aun no han alcanzado ningún acuerdo sobre la valoración del viento de tramontana, dentro de un litigio muy contrastado. Personas con gustos distintos de los
míos califican de buen tiempo los días de lluvia. Lo hacen con una alegría eufórica, mientras blanden el paraguas a guisa de trofeo y se enfundan la gabardina como un vestido de gala. Salen a la calle los días de nubes grises y dramáticas como si acudieran a un banquete: “Nice weather, isn’t it?”.
míos califican de buen tiempo los días de lluvia. Lo hacen con una alegría eufórica, mientras blanden el paraguas a guisa de trofeo y se enfundan la gabardina como un vestido de gala. Salen a la calle los días de nubes grises y dramáticas como si acudieran a un banquete: “Nice weather, isn’t it?”.
Opinan que el clima mediterráneo de aquí es genuinamente africano o se aproxima mucho. Detestan el ardor del sol como una grosería, al menos como una incomodidad manifiesta. En el terreno de la dinámica atmosférica y sus efectos sobre los humanos, la pluralidad de opiniones resulta curiosísima.
He cruzado por la calle a un viejo conocido que me asegura, compungido, que no soporta su cómodo destino laboral en Lleida por culpa de la niebla, la dama gris que lo empaña todo con un velo letárgico, un gris solidificado, un sudario que mata el relieve y adormece las apetencias con una manta de indolencia. La niebla le abate el tono vital. A otros, en cambio, les inspira poderosamente. La consideran un atractivo local, un sello de distinción, su poesía del invierno. “Nice weather, isn’t it?”.
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