19 mar 2021

Una cita en Venecia el tercer sábado de julio con código QR

Más de un tercio de la población de Venecia sucumbió en 1575 a  la peste traída por naves genovesas a través de la Ruta de la Seda. Una vez superada la pandemia, la Serenísima República encargó al arquitecto Andrea Palladio en agradecimiento una iglesia votiva. Fue la pequeña maravilla del Redentore, asomada al canal de la Giudecca, junto a la gran basílica del mismo arquitecto en San Giogiio Maggiore, y la Salute al siglo siguiente sobre la misma línea visual. Estrenada en 1592, se convirtió en tradición montar un puente provisional de barcas cada tercer fin de semana de julio para acudir en peregrinación sobre las aguas del canal al Redentore y agradecer el final de la peste. La “Festa del Redentore” se ha mantenido hasta hoy como una de las principales de la ciudad, con el puente de barcas, las regatas y los fuegos artificiales. Una nueva peste impidió su celebración el año pasado, veremos en julio próximo.
Sería difícil poner de acuerdo las opiniones sobre la obra más atractiva de Palladio pero el Redentore tendría muchos números, por el acierto de las dimensiones reducidas junto a las grandes basílicas venecianas vecinas. Sobre la tradicional y multitudinaria “Festa del Redentore” también sería difícil poner de acuerdo las opiniones. A algunos la fachada del Redentore nos gusta más aun fuera de las fechas señaladas, en la paz de un día cualquiera, vista frontalmente desde el muelle de las Zattere, más espacioso que la mayoría y encarado al sol de mediodía. "Un viajero un poco experimentado sabe que es lugar más bello del mundo", sentenció Philippe Sollers.
En este muelle se produce un milagro cada día en el momento del Ángelus, al punto del mediodía. Las campanas de las iglesias casi contiguas del Redentore y las Zitelle entablan un diálogo sonoro y la caja de resonancia del canal siembra en el aire un sonido tan majestuoso como el Gloria compuesto por el veneciano Antonio Vivaldi. El día de la “Festa del Redentore” el jaleo no deja escuchar nada. A pesar de todo el próximo tercer sábado de julio yo estaría dispuesto a transigir de buena gana ante la aglomeración, con el salvífico código QR de vacunación recibida en el bolsillo.


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