Los fresnos y plátanos centenarios que custodiaban con elegancia las cunetas de la vieja y bellísima carretera secundaria C-253 de Figueres a Vilabertran, Peralada y Garriguella ya se vieron diezmados sin misericordia por la sierra mecánica dos años atrás. Ahora han pasado de nuevo por el mismo trance otra cantidad de los que sobrevivían, dentro de unas obras de mantenimiento viario sobre las que no se ha aclarado del todo la autorización prescriptiva. Algunas manos disconformes han colocado cruces blancas de madera al pie de las cepas de los arboles mutilados como señal mortuoria y llamada de atención. A la salida de Peralada, me he acercado a acariciar los muñones como quien intenta ofrecer un gesto de pésame que sabe inútil, ínfimo en comparación con el dolor de la pérdida, pero a pesar de todo amistoso y afirmativo de una presencia moral que subsiste.
He apoyado un rato mi espalda y he pedido al cielo luminoso de tramontana que les tenga en su gloria de forma más benigna que nosotros. Al pie de la cruz blanca aun se ven las astillas de la caída provocada del tronco y sobre la superficie tierna del corte he encontrado el serrín que incluso el viento ha querido respetar.
El peligro de caída sobre algún vehículo circulando de manera bastante espaciada por una carretera secundaria de un árbol enfermo, corroído o simplemente viejo es muy difícil de precisar, por lo tanto la decisión de talarlo puede ser considerada prudente o bien expeditiva. No debería constituir solo una cuestión de opinión del propietario del terreno o los responsables de mantenimiento vial. Tendrían que intervenir más factores y más explicaciones, preferiblemente previa. O en el peor de los casos, posteriores. (foto Josep M. Dacosta)
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