19 abr 2021

Defensa sostenida del pintor Masolino frente a Masaccio

Resultó mal visto que en mi libro Ofici d’amant a Florència afirmara que me gustaba más el fresco de Adán y Eva (foto adjunta) realizado por el pintor Masolino alrededor de 1420 en la Capella Brancaci que el famoso de Masaccio sobre la misma pareja situado en la pared contigua, contrariamente a lo que sostiene la opinión académica sobre la primacía del segundo en aquella “Capella Sixtina del primer Renacimiento”, salvando las distancias que se quiera con la del Vaticano. En su reseña del libro Narcís Comadira calificó mi opinión de "dervergonzada". Poco tiempo después se hizo justicia a Masolino a raíz de los comentarios dedicados a la brillante restauración de la Capella Brancaci, prolongada mucho más de lo previsto, de 1983 a 1990, pero que reveló finalmente un cromatismo inédito de los frescos. El diario Le Monde reconoció que Masolino "sale engrandecido de la prueba de la restauración". Aprovecharon para borrar las hojas de parra sobrepintadas encima de los inocentes sexos de Adán y Eva, tanto en la versión de Masolino como en la de Masaccio. Este mural supuestamente secundario de Masolino en la Capella Brancaci florentina presenta ambos personajes antes del pecado bíblico con una naturalidad serena y por eso mismo turbadora, en comparación con la postura dramática y arrepentida que adoptan en el de Masaccio justo al lado, cuya primacía académica debe responder a motivos que se me escapan.
Para flanquear la bellísima carnalidad de los cuerpos, Masolino hizo aparecer en contraste su dominio del pigmento verde cinabrio (el árbol lateral y las hojas superiores), que pocos años más tarde desplegó de modo más fascinante todavía en su fresco de la Anunciación en la iglesia romana de San Clemente. El mineral del cinabrio (un sulfuro con 85% de mercurio y 15% de azufre) ya aparece en los pigmentos de las pinturas rupestres y se siguió utilizando durante largos siglos.
Admiro la obra renacentista del pintor Masaccio y no se me ocurriría ponerla en rivalidad con la de Masolino, pero tampoco admitir a ojos cerrados su hegemonía invariable porque lo haya dictado el canon académico. Puedo pasar ratos muy complacidos ante su fresco de Adán y Eva en Florencia o el de la Anunciación en Roma, incluso ante una simple reproducción gráfica si no puedo viajar en este momento. Voto por Masolino.








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