Estos días se han producido en varias ciudades de Cuba las manifestaciones callejeras más importantes de los últimos años contra el régimen castrista por parte de ciudadanos hartos de la ineficacia del sistema en aspectos importantes, empezando por el suministro de alimentos. Castristas y anticastristas han saltado sobre la ocasión para defender o cuestionar en bloque la Revolución en el poder desde hace más de sesenta años. Los manifestantes esgrimían el slogan “Patria y vida” ante el revolucionario “Patria o muerte”. El debate es eterno e insoluble entre partidarios y detractores del régimen cubano, tanto en el interior como en el extranjero. Los argumentos no han cambiado ni cambiarán. No dudo ni por un instante de las razones que asisten a los manifestantes de estos días, como tampoco de las razones de los defensores de la situación. El castrismo es una dictadura con amplio apoyo popular y con la durísima oposición de Estados Unidos que mantiene el bloqueo económico de la isla, el asedio del pacto del hambre.
Alcanzado este punto, cada uno puede tener sus legítimas simpatías y, en algunos casos, sus intereses particulares. En mi caso amo a Cuba por lazos humanos históricos y por la osadía de plantar cara al vecino imperio norteamericano, quien ha causado destrozos y dictaduras sin fin en el continente suramericano. A la vez, criado en la dictadura de Franco, no puedo entender la justicia social sin libertades democráticas, aunque sean conceptos que se han visto amplia y continuamente pisoteados en aquel hemisferio con resultados mucho peores que en la Cuba de hoy.
El nuevo presidente Joe Biden, tan avanzado en otros aspectos económicos, ha reiterado que mantendrá intacto el bloqueo de la isla pese a haber demostrado su ineficacia para derribar al régimen. El actual presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha recordado la obviedad: “Han fracasado en su intento de destruir a Cuba, pese a gastar millones de dólares en el intento”.
Ante los intereses y argumentos enfrentados, queda una cuestión de simpatías de cada cual por motivos históricos, ideológicos o de inclinación personal. Por mi lado, mientras Estados Unidos no levante el bloqueo agresivo y ofensivo seguiré pensando: “Cuba sí, yanquis no”.
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