belleza que encarnaba la Mangano, cortejada por el ardiente matatore Vittorio Gassmann: ella tenía una mirada fascinadora, el busto empitonado bajo el jersey y las gloriosas piernas en pantalón corto y medias negras, con los pies en el agua de los arrozales.
En la siguiente película, dirigida por Alberto Lattuada, la joven novicia sor Anna veía llegar al hospital milanés donde ella trabajaba a su antiguo novio --de nuevo Gassmann--, malherido en un accidente de circulación. Entonces rememoraba su anterior vida disipada y daba entrada a la escena del baião bailado en la pista de una sala de fiestas cuando era cabaretera. La “moraleja” del argumento ayudó a que la película fuese autorizada también en España, donde la sensualidad de la Mangano marcó época en el imaginario erótico igual que en todas partes.
El baião era un ritmo de moda en Brasil. En esta ocasión, “El negro zumbón” sería el baião que se convertiría en más famoso a escala mundial. Fue escrito por el compositor italiano de bandas sonoras Armando Trovaioli y la voz de la Mangano doblada por la cantante italiana Flo Sandon’s. A continuación conocería incontables versiones discográficas a cargo de Amalia Rodrigues, Caterina Valente, Abbe Lane con la orquesta de Tito Puente, la versión instrumental de la orquesta de Pérez Prado y, más modernamente, de la orquesta norteamericana Pink Martini y su cantante China Forbes. La secuencia del baião de Anna también fue objeto cuarenta años más tarde de un entrañable homenaje cinematográfico de Nani Moretti en Caro diario (1993).
La letra, interpretada en la película en castellano, solo tiene dos estrofas, que se repiten:
La letra, interpretada en la película en castellano, solo tiene dos estrofas, que se repiten:
Ya viene el negro zumbón
bailando alegre el bayón,
repica la zambomba
y llama a la mujer.
Tengo ganas de bailar el nuevo compás,
dicen todos cuando me ven pasar:
¿Chica, dónde vas?
¡Me voy a bailar el bayón!
Silvana Mangano, nacida en 1930 en Roma de padre italiano y madre inglesa, había estudiado danza y a los 16 años ganó el concurso de belleza Miss Roma. Mantuvo un primer idilio con Marcello Mastroiani, pero a los 19 años se casó con el productor Dino de Laurentis. El marido la reorientó hacia papeles alejados de la intensidad erótica del principio, basados a partir de ahora en otra atracción de la belleza madura. De esta forma protagonizó films inolvidables como Edipo rey (1967), Teorema (1968) y Decamerón, de Pasolini, o Muerte en Venecia (1970), Ludwig (1972) y Confidencias (1974) con Visconti. Solo regresó esporádicamente a la pantalla, en films como Dune, de David Lynch (1984), porque lo producía su hija menor Rafaella De Laurentis, u Ojos negros, de Nikita Mikhalkov (1987), para reencontrar en el papel de marido a su idilio de juventud Marcello Mastroiani, y de este modo cerrar el círculo.
Residía desde 1986 en Madrid junto a su hija Francesca De Laurentis, casada con José Antonio Escrivá, hijo del director Vicente Escrivá. En Madrid falleció en 1989. Marcello Mastroianni manifestó: “Silvana debería haberse quedado conmigo. Estábamos hechos el un o para el otro. Pero entonces yo no era nadie y ella tenía ambición. Se casó por interés y no fue ser feliz. Yo tampoco”.
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