Especialitzados en burdeles |
La actividad en la localidad
fronteriza de La Jonquera del Paradise, el mayor prostíbulo de Europa,
pone de relieve la ausencia de legislación que regule sin falsos pudores
y con algo de eficacia la esclavitud moderna que encarna este
importante sector económico, por no decir industrial, tras el cual se
ocultan a menudo delitos penales tipificados: proxenetismo, inmigración
ilegal, falsificación documental y blanqueo
de
dinero. Son delitos por los que la semana próxima será juzgado en la
Audiencia de Girona el propietario y administrador del Paradise, José
Moreno Gómez, acusado a raíz de inspecciones policiales como la de mayo
de 2008 y septiembre de 2010 en otros establecimientos del mismo tipo
que regenta, el Eclipse en Montrás (Bajo Ampurdán) y el Edén en Melianta
(Pla de l'Estany).
Pocos días después de la inauguración del
Paradise en octubre de 2010, José Moreno Gómez mantuvo en el nuevo
establecimiento y a cara descubierta un encuentro con la prensa
francesa, en el que participaron los equipos de las cadenas de
televisión TF1, M6 y France 3, así como el diario digital perpiñanés La Clau.
El empresario manifestó: “Funciona muy bien y estoy muy contento.
Evalúo los clientes franceses en un 80 % del total. No sé de dónde
vienen las críticas, no veo motivo. Nosotros hemos montado un negocio
perfectamente legal. Como cualquier gran establecimiento que acabe de
abrir sus puertas, ayudamos a la zona comercial que nos rodea. Atraemos
público, que de rebote consume en restaurantes. Además, las 150
señoritas aquí presentes dan trabajo a las perfumerías, las tiendas de
ropa y las peluquerías. Y los competidores, cerca de aquí, también se
benefician de nuestras instalaciones. Estoy convencido de que el nuestro
papel es importante en la sociedad. Somos una muralla contra la
violación. Deciden los hábitos de los clientes, y participamos en la
economía local también pagando impuestos importantes al Ayuntamiento”.
Las
escaramuzas legales y las rendijas de la normativa son la especialidad
de los responsables del ramo y de sus abogados, con la certeza de que la
ley permite una parte importante de su actividad. El macro-prostíbulo
Paradise (80 habitaciones y 2 salas de espectáculo con capacidad para a
600 clientes) abrió en La Jonquera con los permisos legales inmaculados.
No representa ni tan solo una novedad. La Jonquera y sus
alrededores ya ostentaban un récord europeo en la materia, gracias a
otros prostíbulos de grandes dimensiones como el Lady Dalla's en
Agullana, Monnnight en Hostalets de Llers, Madam's en Capmany o Escala
2000 en Ventalló, todos situados cerca de los ejes viarios de conexión
con Francia. Las buenas conciencias se tranquilizan aduciendo que la
clientela procede sobre todo de las comarcas vecinas francesas, donde la
prostitución se encuentra mucho más regulada. También alegan que el
liderazgo de La Jonquera se debe al carácter de enorme estación de
servicio de miles de camioneros en la frontera más transitada del
continente europeo.
En este asunto las conciencias siempre se
tranquilizan con enorme rapidez, como si se tratase de una fatalidad
inevitable con rango de oficio más antiguo del mundo. Basta con
disimularlo apenas en determinadas zonas, aunque infrinjan la ley, como
demuestran las batidas policiales de control.
Ni las autoridades
policiales ni las municipales poseen la última palabra, aunque tengan
mucho que decir, como demostraron parcialmente las ordenanzas cívicas de
la concejal Assumpta Escarp en Barcelona. En cambio, la consellera de
Interior Montserrat Tura vio frenado en el mismo momento su borrador de
proyecto de ley de 2006 que planteaba prohibir los macro-burdeles y
autorizar tan solo locales reducidos, autogestionados por las propias
prostitutas y fiscalizados por la administración. El endurecimiento del
Código Penal frente a las mafias que dominan el sector depende del
Congreso de Diputados y sigue en el limbo.
La tentación de hablar
de los burdeles como algo más o menos truculento, sensacionalista,
morboso o irónico enmascara la cobardía de identificar la moderna
esclavitud con nuestra realidad más cercana, la comodidad de pensar que
el imperio de la ley siempre ha tenido amplios márgenes de tolerancia,
que la delincuencia organizada es algo de las películas y la miseria una
plaga del lejano Tercer Mundo. Esos establecimientos son una vergüenza
legal, sin que tal sentimiento tenga nada que ver con el puritanismo. O
tal vez tenga mucho que ver, precisamente.
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