Algunos hombres "blasés", de vuelta de todo, pretenden que el paisaje es una construcción del espíritu, un idilio del pensamiento, una valoración subjetiva de cada mirada y cada época. No es del todo cierto. Los liderazgos estéticos en materia paisajística resultan sin duda opinables, indemostrables, incluso ridículos. La belleza se resiste a verse codificada, pero existe. Se puede
discutir la primacía reconocida a la Provenza, pero la belleza del paisaje está ahí, al menos en una de las modalidades: la dulzura de líneas, la luz, el carácter, el mito…
discutir la primacía reconocida a la Provenza, pero la belleza del paisaje está ahí, al menos en una de las modalidades: la dulzura de líneas, la luz, el carácter, el mito…
A los escépticos les molesta sobre todo el mito, la glorificación de la belleza del paisaje en unos escenarios por encima de otros. Dudan que existan en realidad las tierras prometidas, los pueblos elegidos. Piensan que todas las tierras contienen promesas y todos los puebles reciben elecciones. Seguramente es un punto de vista carcomido por los celos, por una inflamación del espíritu crítico o por las ganas de llevar la contraria, que según como representan otra aportación. La Provenza también puede ser vista, al límite, como un yermo difuso, caluroso y atrasado, pero esta no es la percepción triunfante. Ni la mía.
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