Gracias a la presencia de René Char, su pueblo natal 
de Isle-sur-la-Sorgue, cerca de Aviñón, ha podido escapar algo –no del todo-- al destino funesto de lugar de postal, al trágico don 
de la belleza que le auguraba la condición de “pequeña Venecia 
de la Provenza”. El personaje medía casi dos metros de altura y calzaba el número 47. Tras el aspecto de cíclope fervoroso del rugby vivía uno de los poetas más líricos y renovadores. La lírica,
como la belleza,
 resulta bastante inclasificable, sobre todo cuando se intenta con códigos 
estrechos y oxidados. Pero existe en las páginas de Char igual que en el urbanismo casi irreal de un municipio formado por el espacio intramuros de los
 siete brazos del río Sorgue que lo rodean, lo configuran, lo penetran, 
lo asombran, lo colorean y lo musicalizan. 
En el poema “La Sorgue”, uno de los 
más conocidos, René Char contribuyó a que nadie cayese en
 la tentación de la postal: “Río demasiado pronto huído, de golpe sin 
compañero, da a los hijos de mi tierra el rostro de tu pasión”. Hoy, gracias a Char, el río de postal parece presentar la misma 
pasión que él, la misma revuelta inaparente. En cambio, la Provenza se 
mantiene sobre el mapa como un concepto más difuso. No ha tenido un 
descodificador moderno como Char respecto a Isle-sur-la-Sorgue. 

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