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Tras pronunciar la última palabra, el bóvido dejó transcurrir unos instantes de recogimiento. Acto seguido me preguntó a bocajarro: “¿Sabés de dónde vienen esos versos?”. Ignoro el motivo por el que esta vez no vacilé en contestarle, como impelido por un resorte, tal vez por culpa de mi vieja inclinación a dejarme seducir por el canto de sirenas argentinas: “Sí, claro que lo sé. Son del tema 'El cielo está dentro de mi', de Atahualpa Yupanqui”.
Terminé el choripán, dejando a la vaca con la palabra en la boca y pensando que probablemente no toparía con la impertinencia de ningún otro ejemplar locuaz a lo largo de mi trayecto. También aquí disminuye a marchas forzadas la presencia de vacas pastando en el mar de hierba. Han implantado la tecnología feed-lot, el engorde de ganado estabulado en corrales y alimentado con pienso de papilla de alta concentración energética. Ahora son terneros de piso, prisioneros de un recinto del que solo saldrán hacia el matadero. Su carne no es igual de sápida ni tierna, su sabor se ha convertido en un idealismo de gustos elementales y puros, en la pulpa de un recuerdo.
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