Había épocas cercanas en que se invertían 6 millones de euros públicos en nuevos equipamientos culturales en municipios de 23.000 habitantes, com el Museo del Corcho que hoy se estrena oficialmente en Palafrugell o el recientemente inaugurado Espai Ter en la vecina Torroella de Montgrí, por un importe similar. Todos desean convertirse en centros de dinamización social y económica, naturalmente. Todos tienen muchos motivos fundamentados para que la inversión sea colectivamente rentable, además de merecida y necesaria. Ahora solo falta que su presupuesto de funcionamiento permanente esté a la altura de las necesidades y de la infraestructura, porque de flamantes centros culturales sin recursos condenados
a la pura rutina y fundaciones municipales económicamente agónicas ya las hay en estos municipios y muchos otros.
a la pura rutina y fundaciones municipales económicamente agónicas ya las hay en estos municipios y muchos otros.
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