De cantadas de habaneras hay muchas en verano, pero ninguna como la de ayer en el pequeño puerto de Fornells, en Begur. Reaparecía excepcionalmente en un escenario Ricard Balil Forgas, el veterano cantor y divulgador al que debemos muchas de las pocas cosas que sabemos sobre las habaneras en nuestro país y, sobre todo, un estilo en la manera de cantarlas. Como su segundo apellido indica, Ricard Balil Forgas es un ”bacanar”, un begurense de extracción. Desde muy joven quiso transmitir a las nuevas generaciones lo que había aprendido en vivo sobre la forma de cantar en Begur, distinta de la de Calella de Palafrugell, de La Escala o de Cadaqués. Él nos enseñó, en la práctica de la taberna y también en su libro recopilatorio Las más
bellas habaneras (editado en 1979 y reeditado en 1995), aquel “salanc” que le ponían legendarios cantores begurenses com Lluís Maneras y Alejandro Ferrer (alias Tuixa) o posteriormente el inolvidable terceto tamariuense de Abelardo Niño Hermoso, formado por Abelardo Rodríguez, Joan Deulofeu (llamado es Ninyo) i Josep Puig (llamado l’Hermós), hijo del mítico Hermós de las pàginas de Josep Pla.
El “salanc” defendido por Balil es un ingrediente indefinible y al mismo tiempo fundamental: la gracia, el interés, la razón de ser de una personalidad propia en la forma de cantar habaneras. A lo largo de las ultimas décadas le he visto mantener su apostolado, no siempre con éxito entre los nuevos grupos. Ayer no me quise perder una de sus escasas apariciones en público, de resultados forzosamente más limitados que las fabulosas a la par que sencillas cantadas privadas que ha organizado tantas veces en su casa para animar a viejos y jóvenes cantores a mantener un estilo.
En la tradicional cantada del último viernes de julio en el puerto begurense de Aiguablava, que en realidad se encuentra en la cala de Fornells, estuvo flanqueado ayer por su mujer Isabel Muiños y por el hijo Ricard Balil Muiños, otra prueba de su papel transmisor, así como por el entusiasta grupo joven Empordanet. Me lo pasé en grande y hasta tarareé algunas piezas maravillosas que llevaba muchos años sin escuchar. Sin Balil ya nadie las conocería.
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