Hoy me he encontrado en la Biblioteca de Cataluña y hemos almorzado juntos por los alrededores de la docta institución con el profesor figuerense de griego clásico y moderno Eusebi Ayensa, quien ha dirigido durante los últimos cinco años el Instituto Cervantes de Atenas y a partir de ahora dirigirá el de Francfort. Su trayectoria se distingue por múltiples investigaciones, libros y premios, pero a mi me emociona especialmente que haya logrado durante su mandato colocar e inaugurar un monolito con placa marmórea en la Acrópolis, en la puerta de Beulé de los Propileos, por la que desfilan cada año más de un millón
de visitantes. Contiene la frase que el rey Pedro III el Ceremonioso de Cataluña-Aragón dictó, en un documento sellado en el palacio real de Lérida el 11 de setiembre de 1380, respondiendo al ruego que le enviaba el obispo Joan Boyl de adjudicar al “castillo de Atenas”, donde entonces residía el prelado, un destacamento de doce ballesteros para que lo custodiasen. En efecto, se los mandó y añadió explícitamente que lo hacía porque “lo dit castell sia la pus richa joia qui al mont sia e tal que entre tots los Reys de chrestians envides lo porien fer semblant” (“dicho castillo es la más rica joya del mundo, que ni entre todos los reyes cristianos podrían igualarlo”).
La inauguración del monolito con la frase del monarca coincidió con el 700 aniversario de la conquista del ducado de Atenas por los mercenarios almogávares de la Compañía Catalana de Oriente al servicio de la corona, cuya conducta no dejó recuerdo muy grato, todo sea dicho. La abandonada Atenas medieval fue posesión de la corona catalana de 1311 a 1388, cuando el Partenón había perdido todo carácter mítico y se hallaba convertido en una iglesia cristiana alejada del centro de la pequeña ciudad, en el recinto fortificado de la Acrópolis. Precisamente por eso cobró importancia histórica la frase de Pedro el Ceremonioso. Representaba la primera reivindicación occidental durante la Edad Media de la importancia del legado cultural y estético simbolizado por el Partenón, cuando ninguna corte europea valoraba aquel legado, antes de que el Renacimiento lo adoptase y relanzase.
El monolito lleva al pie el nombre de la Embajada de España y del Instituto Cervantes, gracias a la condición simultánea de Eusebi Ayensa como agregado cultural de la legación. Las palabras aparecen grabadas en lengua original catalana, traducidas al castellano, al griego y al inglés. Es la única inscripción no griega en toda la Acrópolis, un honor que debemos a Eusebi Ayensa.
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