Yorgos Seferis fue un poeta marcado por el estilo de Paul Valéry y por el oficio sinuoso de diplomático, con una obra a veces oscura de tan culta. Pero también fue el hombre que subrayaba en Kihlé: “Estoy seguro que en la luz griega hay un proceso de humanización”. En el discurso de recepción del Premio Nobel manifestó en 1963 ante el selecto auditorio que Grecia sería un país pequeño, sin nada de muy especial, a no ser “por los esfuerzos de su gente, el mar y la luz del sol”. Está bien dicho, aunque no impide que Grecia también tiene un lado oscuro y puede proyectar visiones muy sombrías. Los griegos han debido acostumbrarse con frecuencia a caminar a oscuras, igual que el ciego Homero, capaz pese a ello de irradiar tanto con sus palabras. Yorgos Seferis visitó Barcelona en 1964 y pronunció en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona el 25 de setiembre de 1964 el pregón inaugural de la Feria del Libro de Ocasión, que se repite estos días en el Paseo de Gracia. En aquella ocasión dijo, en francés:
“Los libros pertenecen a nuestra naturaleza, son nosotros mismos mientras seamos algo, son una naturaleza humana que se prolonga hacia nuestras raíces por medio de la experiencia y la sabiduría de las generaciones pasadas, raíces que prolongamos con nuestras visiones de futuro. Si descubrimos arrugas en los libros, no debemos precipitarnos: probablemente son nuestras arrugas. Si nos exaltan, alegrémonos de que nuestra alma sea el receptáculo de esa exaltación. Yo diría que los libros son como los registros innumerables de un órgano monumental que tocamos todos juntos. Dependen de nuestro genio, de nuestro coraje, dependen también de nuestros defectos. Siendo así, si tenemos fe en el hombre, si creemos de veras en la humanidad, este mismo acto de fe nos llevará también a creer en la importancia de los libros. Porque en este mundo a tientas todo depende de un acto de fe. Por eso estoy convencido de que con esta formidable manifestación a favor del libro también ustedes están haciendo un acto de fe en la humanidad”.
“Los libros pertenecen a nuestra naturaleza, son nosotros mismos mientras seamos algo, son una naturaleza humana que se prolonga hacia nuestras raíces por medio de la experiencia y la sabiduría de las generaciones pasadas, raíces que prolongamos con nuestras visiones de futuro. Si descubrimos arrugas en los libros, no debemos precipitarnos: probablemente son nuestras arrugas. Si nos exaltan, alegrémonos de que nuestra alma sea el receptáculo de esa exaltación. Yo diría que los libros son como los registros innumerables de un órgano monumental que tocamos todos juntos. Dependen de nuestro genio, de nuestro coraje, dependen también de nuestros defectos. Siendo así, si tenemos fe en el hombre, si creemos de veras en la humanidad, este mismo acto de fe nos llevará también a creer en la importancia de los libros. Porque en este mundo a tientas todo depende de un acto de fe. Por eso estoy convencido de que con esta formidable manifestación a favor del libro también ustedes están haciendo un acto de fe en la humanidad”.
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