La pequeña joya por sí misma del museo de la Orangerie (un antiguo invernadero de naranjos en los céntricos jardines de las Tullerías de París, junto al Louvre) presenta actualmente una exposición del célebre pintor de origen lituano Chaïm Soutine, conocido en Ceret con el apodo catalano-rosellonés del “pintre brut” a raíz de la estancia que llevó a cabo de 1919 al 1922 en la localidad vallespirense, consagrada como “meca del cubismo” por las visitas de trabajo inmediatamente anteriores de Picasso. La actual exposición en la Orangerie reúne tan solo una selección de veinte cuadros de Soutine, pero ha gozado de resonante proyección internacional por el renombre del lugar donde se exhibe y la cantidad de público que
desfila habitualmente por él. Me ha llevado pensar en la magna exposición que el Museo de Arte Moderno de Ceret dedicó de junio a octubre de 2000 a setenta cuadros de Soutine, todos de su fecunda época de Ceret, en un esfuerzo sin precedentes para reunir esas obras dispersas por todo el mundo. Las condiciones de vida paupérrimas de Soutine en Ceret le valieron el apodo popular de “pintre brut” por parte de los ceretanos que durante tres años le vieron deambular enfebrecido con su caballete y sus telas en curso de creación. Hoy tiene una plaza dedicada en la localidad donde pintó numerosos paisajes naturalistas y comenzó la su serie pictórica del “Buey en el matadero”, antes de triunfar en París. El Museo de Arte Moderno de Ceret, bajo la dirección hasta hace poco de Josefina Matamoros, se ha convertido en un destacado motor de recuperación de la historia artística local, con una ambición de calidad reconocida en toda Francia y también de este lado de la frontera. Su recuperación de Soutine fue anterior --y más amplia—que la del famoso museo parisino de la Orangerie que hoy concentra la atención.
desfila habitualmente por él. Me ha llevado pensar en la magna exposición que el Museo de Arte Moderno de Ceret dedicó de junio a octubre de 2000 a setenta cuadros de Soutine, todos de su fecunda época de Ceret, en un esfuerzo sin precedentes para reunir esas obras dispersas por todo el mundo. Las condiciones de vida paupérrimas de Soutine en Ceret le valieron el apodo popular de “pintre brut” por parte de los ceretanos que durante tres años le vieron deambular enfebrecido con su caballete y sus telas en curso de creación. Hoy tiene una plaza dedicada en la localidad donde pintó numerosos paisajes naturalistas y comenzó la su serie pictórica del “Buey en el matadero”, antes de triunfar en París. El Museo de Arte Moderno de Ceret, bajo la dirección hasta hace poco de Josefina Matamoros, se ha convertido en un destacado motor de recuperación de la historia artística local, con una ambición de calidad reconocida en toda Francia y también de este lado de la frontera. Su recuperación de Soutine fue anterior --y más amplia—que la del famoso museo parisino de la Orangerie que hoy concentra la atención.
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