Quienes tienen corazón de amianto, quienes ignoran la categoría moral de las pasiones y ya no saben dónde está la carne tibia de un día piensan que los boleros son unas baladas de sacarina, un rapto de bisutería sensual acidulada, con sabor pero sin sustancia, despachada mediante cuatro tópicos románticos sobre la palpitación ocasional de las vísceras. Se equivocan de lleno, pobrecitos, a propósito de la auténtica pulpa del asunto. Algunas de las mayores verdades de esta vida y de las más sólidas fulguraciones se
han dicho en la ebanistería de las letras de los boleros, género mayor de una altura moral irrevocable a la hora de describir cómo se acompasan los enigmas y los combates de la pasión y el dolor, la verdad y el engaño, la ternura y la fiereza, la rectitud o la bajeza de los sentimientos y de algunos lujos del espíritu, aquellos instantes sobresaltados por la intensidad del deseo que damos o recibimos, dentro de la complejidad de las pulsiones de este tipo.
La rara y merecida inmortalidad del bolero se ha vuelto a demostrar con el liderazgo en las listas discográficas del último trabajo de Café Quijano. El grupo abandona en esta ocasión el pop-rock para ofrecer “Orígenes”, con 11 boleros inéditos, escritos por Manuel Quijano, uno de los tres hermanos que integran el terceto leonés. Sin embargo el mérito de tratarse de boleros inéditos y contar con la colaboración vocal del maestro Armando Manzanero en uno de los temas no ha sido suficiente para garantizar el resultado. Los temas y los arreglos de ”Orígenes” no van más allá del estilo asentado tiempo atrás por el trío Los Panchos. En cambio la cantaora Mayte Martín ha recorrido al repertorio de clásicos en su nuevo disco autoproducido “Cosas de dos. Boleros y otras canciones de amor” con un balance mucho más innovador, al nivel de su trabajo de 1996 con Tete Montoliu, un disco revelación concebido en estado de gracia y bautizado “Freeboleros”. No renueva el bolero ni se convierte en bolerista quien quiere. Hablo de un género mayor.
han dicho en la ebanistería de las letras de los boleros, género mayor de una altura moral irrevocable a la hora de describir cómo se acompasan los enigmas y los combates de la pasión y el dolor, la verdad y el engaño, la ternura y la fiereza, la rectitud o la bajeza de los sentimientos y de algunos lujos del espíritu, aquellos instantes sobresaltados por la intensidad del deseo que damos o recibimos, dentro de la complejidad de las pulsiones de este tipo.
La rara y merecida inmortalidad del bolero se ha vuelto a demostrar con el liderazgo en las listas discográficas del último trabajo de Café Quijano. El grupo abandona en esta ocasión el pop-rock para ofrecer “Orígenes”, con 11 boleros inéditos, escritos por Manuel Quijano, uno de los tres hermanos que integran el terceto leonés. Sin embargo el mérito de tratarse de boleros inéditos y contar con la colaboración vocal del maestro Armando Manzanero en uno de los temas no ha sido suficiente para garantizar el resultado. Los temas y los arreglos de ”Orígenes” no van más allá del estilo asentado tiempo atrás por el trío Los Panchos. En cambio la cantaora Mayte Martín ha recorrido al repertorio de clásicos en su nuevo disco autoproducido “Cosas de dos. Boleros y otras canciones de amor” con un balance mucho más innovador, al nivel de su trabajo de 1996 con Tete Montoliu, un disco revelación concebido en estado de gracia y bautizado “Freeboleros”. No renueva el bolero ni se convierte en bolerista quien quiere. Hablo de un género mayor.
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