Las obras de modernización del mítico estadio de fútbol de Maracanã, en Río de Janeiro, que el año próximo albergará la final de la Copa del Mundo, han desvirtuado lo que más me atraía de este auténtico templo de la arquitectura, el fútbol y las “torcidas” capaces de poner el ritmo más insospehado a sus ánimos. Las obras han conservado la fachada, declarada monumento protegido, pero las nuevas gradas han alterado la gigantesca elipse interna de 300 metros de longitud que dibujaban las antiguas con elegancia exenta de pilastras aparentes. El fenómeno de la elipse en erupción no volverá de la misma
forma. El estadio fue construido para la Copa del Mundo de 1950 y abrió con un acontecimiento aun recordado como “el maracanazo”, la victoria de Uruguay contra Brasil en la final, la victoria del “paisito” contra “o mais grande do mundo”. Entonces entraban 200.000 personas, hoy reducidas oficialmente a 80.000 asientos. Maracanã sigue siendo, sesenta años después, el segundo monumento carioca más visitado, tras el mirador del Pão d'Açucar.
forma. El estadio fue construido para la Copa del Mundo de 1950 y abrió con un acontecimiento aun recordado como “el maracanazo”, la victoria de Uruguay contra Brasil en la final, la victoria del “paisito” contra “o mais grande do mundo”. Entonces entraban 200.000 personas, hoy reducidas oficialmente a 80.000 asientos. Maracanã sigue siendo, sesenta años después, el segundo monumento carioca más visitado, tras el mirador del Pão d'Açucar.
Río de Janeiro dispone de cuatro equipos de fútbol de primera división: Flamengo, Fluminense, Vasco de Gama y Botafogo. Cada uno posee su propio terreno de juego, pero disputan algunos partidos en este estadio municipal. Aquí se celebran los derbis más señalados, como el clásico local Fla-Flu (Flamengo vs. Fluminense) o los partidos de la selección nacional, la única que ha participado en todas las ediciones del campeonato del mundo y que lo ha ganado cinco veces.
Tras el trauma por la derrota en la inauguración del flamante estadio, la tragedia se repitió a la siguiente edición de 1954. El año de gloria no llegó hasta 1958, o ano que não devia terminar. Brasil se hallaba en plena expansión bajo la presidencia de Juscelino Kubitscheck, el Mundial de fútbol se celebraba a Suecia y la final la disputaron los brasileños contra la selección anfitriona. Edson Arantes do Nascimento, Pelé, tenía apenas diecisiete años. Los suecos empezaron marcando el uno a cero, pero la canarinha les superó con dos goles de Vavá, dos de Pelé y uno de Zagalo.
La siguiente copa del mundo se disputó en Chile en 1962 y la selección brasileña revalidó el título frente a Checoslovaquia, con el lesionado Pelé sustituido por Garrincha, o anjo de pernas tortas, con una pierna más corta que la otra y capaz de regatear a cualquier defensa rival. Aquel mundial de 1962 lo ganó él casi solo y la alegría regresó para millones de brasileños que cantaban: "Não tem arroz, não tem feijão, mas assim mesmo o Brasil é campeão!".
Debieron transcurrir ocho años más, hasta la nueva victoria de 1970, en plena dictadura militar, en el Mundial de México, con la final contra Italia ganada por a verdadeira máquina canarinha por 4-1. Era la época de Rivelino, Jairzinho, Tostão y Pelé. En el Mundial de España de 1982 la selección brasileña sufrió "la tragedia de Sarriá", eliminada por Italia en semifinales en el campo barcelonés. Veinticuatro años tardó la cuarta copa mundial de Brasil, en 1994 en Estados Unidos, lograda a los penaltis por la selección de Romário, tras las prórrogas de la final contra Italia. En 1998 la selección de Ronaldo perdió la final contra Francia en París. Su quinta copa del mundo llegó en 2002 en Japón, frente a Alemania, con dos goles de Ronaldo. Maracanã simboliza todo eso y más.
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