El reciente bicentenario del nacimiento de Verdi ha propiciado una
panorámica de su legado con los conocimientos acumulados hasta hoy, una
visión en perspectiva de la vigencia del músico. Algunas de las conclusiones son de
impacto, como la afirmación del crítico musical Javier Pérez Senz
cuando dice que aun no ha sido superada la versión de Maria Callas de "La
Traviata" verdiana (estrenada y grabada sesenta años atrás por ella, en 1955 en
la Scala de Milán, con dirección musical de Carlo Maria Giulini y
escénica de Luchino Visconti). Es una afirmación que no ofrece duda y a
la vez resulta tremenda, escalofriante por lo que significa de
arbitrariedad en la aparición del talento artístico, en la caprichosa
producción de genios a lo largo de la historia. La soprano de origen
griego sigue considerada hoy prima donna assoluta con motivo
y sin discusión, a pesar de la posterior aparición de primeras voces
femeninas de alta calidad que la han intentado relevar en el mismo papel
de la cortesana Violetta, entre ellas Montserrat Caballé, Joan
Sutherland, Renata Scotto, Mirella Freni, Angela Gheorgiu, Anna Netrebko
e cosí via. La Violetta grabada por la Caballé en
1967, con Carlo Bergonzi a su lado, es sin duda de primerísimo nivel, y
con todo
no desbanca el liderazgo de la Callas. Aun no la ha desbancado nadie y eso es prácticamente milagroso, a la altura mítica de los argumentos de ópera.
no desbanca el liderazgo de la Callas. Aun no la ha desbancado nadie y eso es prácticamente milagroso, a la altura mítica de los argumentos de ópera.
Montserrat Caballé lo intentó desde el primer día con un coraje que la honra. Se acercó a ello, pero el título de prima donna assoluta
sigue siendo de la Callas seis décadas después. La barcelonesa tuvo el
valor de disputarle muy pronto el trono, un atrevimiento que los
“viudos” de la Callas no le perdonarían, en particular en Italia y más
aun en el “loggione” de la Scala de Milán. El 14 de febrero de 1982
presentó allí una "Anna Bolena", de Donizzetti, con los mismos decorados
de Luchino Visconti que había utilizado la diva en 1957, en
conmemoración de los 25 años de su triunfo en aquel papel y en explícito
“homenaje a Maria Callas”. En un ambiente muy caldeado los días previos
por la “reposición” que podía parecer un desafío, la participación de
la Caballé se vio cancelada cinco minutos antes de comenzar la función,
con todo el público instalado en las localidades, por una indisposición
que muchos atribuyeron al pánico escénico (fue reemplazada por una
soprano suplente). Cantó finalmente una semana más tarde, pero desde el
primer acto surgieron gritos de “Basta!”, “Non e cosí!”, “Viva la
Callas!”. Al final del primer acto la Caballé no salió a saludar. En el
segundo demostró su calidad en el aria culminante “Al dolce guidami”,
pero en el tercero resonaron de nuevo estrepitosas discrepancias entre
el público. Tras la función abandonó el teatro por una puerta
secundaria sin saludar a los admiradores en la salida de artistas como
de costumbre. Y suspendió la participación en las tres funciones más
previstas, alegando una grave enfermedad de su madre en Barcelona.
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