28 oct 2013

El liderazgo mantenido por Maria Callas es un milagro operístico

El reciente bicentenario del nacimiento de Verdi ha propiciado una panorámica de su legado con los conocimientos acumulados hasta hoy, una visión en perspectiva de la vigencia del músico. Algunas de las conclusiones son de impacto, como la afirmación del crítico musical Javier Pérez Senz cuando dice que aun no ha sido superada la versión de Maria Callas de "La Traviata" verdiana (estrenada y grabada sesenta años atrás por ella, en 1955 en la Scala de Milán, con dirección musical de Carlo Maria Giulini y escénica de Luchino Visconti). Es una afirmación que no ofrece duda y a la vez resulta tremenda, escalofriante por lo que significa de arbitrariedad en la aparición del talento artístico, en la caprichosa producción de genios a lo largo de la historia. La soprano de origen griego sigue considerada hoy prima donna assoluta con motivo y sin discusión, a pesar de la posterior aparición de primeras voces femeninas de alta calidad que la han intentado relevar en el mismo papel de la cortesana Violetta, entre ellas Montserrat Caballé, Joan Sutherland, Renata Scotto, Mirella Freni, Angela Gheorgiu, Anna Netrebko e cosí via. La Violetta grabada por la Caballé en 1967, con Carlo Bergonzi a su lado, es sin duda de primerísimo nivel, y con todo
no desbanca el liderazgo de la Callas. Aun no la ha desbancado nadie y eso es prácticamente milagroso, a la altura mítica de los argumentos de ópera.
Montserrat Caballé lo intentó desde el primer día con un coraje que la honra. Se acercó a ello, pero el título de prima donna assoluta sigue siendo de la Callas seis décadas después. La barcelonesa tuvo el valor de disputarle muy pronto el trono, un atrevimiento que los “viudos” de la Callas no le perdonarían, en particular en Italia y más aun en el “loggione” de la Scala de Milán. El 14 de febrero de 1982 presentó allí una "Anna Bolena", de Donizzetti, con los mismos decorados de Luchino Visconti que había utilizado la diva en 1957, en conmemoración de los 25 años de su triunfo en aquel papel y en explícito “homenaje a Maria Callas”. En un ambiente muy caldeado los días previos por la “reposición” que podía parecer un desafío, la participación de la Caballé se vio cancelada cinco minutos antes de comenzar la función, con todo el público instalado en las localidades, por una indisposición que muchos atribuyeron al pánico escénico (fue reemplazada por una soprano suplente). Cantó finalmente una semana más tarde, pero desde el primer acto surgieron gritos de “Basta!”, “Non e cosí!”, “Viva la Callas!”. Al final del primer acto la Caballé no salió a saludar. En el segundo demostró su calidad en el aria culminante “Al dolce guidami”, pero en el tercero resonaron de nuevo estrepitosas discrepancias entre el público. Tras la función abandonó el teatro por una puerta secundaria sin saludar a los admiradores en la salida de artistas como de costumbre. Y suspendió la participación en las tres funciones más previstas, alegando una grave enfermedad de su madre en Barcelona.

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