La publicidad del emirato de Qatar que los jugadores del Barça lucen en la camiseta oficial a cambio de 30 millones de euros anuales de patrocinio me llevó pensar que los numerosos seguidores y medios deportivos se interesarían un poco por este minúsculo país del Golfo Pérsico que vivía de la pesca y la recolección de perlas antes de descubrir petróleo y gas. Mi candor y mi sentido de la curiosidad se han revelado sobredimensionados también en esta cuestión. Ha pasado desapercibida la noticia anunciada el 21 de octubre de que al poeta qatarí Mohamed al-Ajami le han confirmado la pena de cárcel dictada en su
país por un poema que las autoridades consideran culpable “de ultraje al emir e incitación a derribar el poder”.
En vez de cantar las loas del soberano, al poeta se le ocurrió enaltecer a las “primaveras árabes” vividas en varios países de la región contra las elites corruptas y desear otra para el suyo. El poema “Jazmín tunecino” es literariamente muy rudimentario, pero circuló por Internet. El poeta fue detenido, juzgado y condenado a cadena perpetua. El recurso judicial y el eco de las protestas internacionales redujeron la pena a quince años de cárcel. Se esperaba la medida de gracia del joven y magnánimo emir recién entronizado, pero de momento el Tribunal Supremo de Qatar ha confirmado la sentencia.
El asunto resulta escandaloso, y sin embargo ha dado poquísimo que hablar. Tan solo he hallado referencia en un artículo de Vicent Partal en El 9 Esportiu (3-3-2013) y otro de Ramon Solsona en la secció de Deportes de La Vanguardia (8-3-2013). Decía Solsona que sus dos carnets del FC Barcelona y del PEN Club “coliden hoy en una confluencia llamada Qatar. Los petrodólares del emirato se han estampado en la camiseta del Barça por un precio suficientemente alto para silenciar los déficits democráticos de aquel país”.
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