Este artículo también se ha publicado en Eldiario.es, sección Catalunya Plural
La retirada de medio millón de republicanos españoles hacia Francia al final de la Guerra Civil fue uno de los éxodos humanos más dramáticos y maltratados de la historia contemporánea. Sin embargo 75 años después aun no dispone de ningún memorial reconocido en la demarcación fronteriza francesa, más allá del carácter simbólico de la tumba de Antonio Machado en Collioure, el pequeño recinto del cementerio de los españoles en Argelés y algunos monolitos diseminados. Ahora tendrá un memorial institucional en el desafectado campo militar de Rivesaltes, por voluntad del actual hombre fuerte de la política local y
regional del Languedoc-Rosellón, el socialista norcatalán Christian Bourquin. La elección del lugar es poco inocente y muy discutible, aparte de tardía. El campo militar de Rivesaltes solo fue convertido en campo de refugiados en 1941, dos años después del éxodo humano dejado a la intemperie en pleno invierno sobre las playas rosellonesas de Argelés, Saint-Cyprien y El Barcarés, hoy destinos de veraneo. Los refugiados se vieron amontonados en esas playas sin abrigo precisamente porque en 1939 el ejército francés rehusó poner al servicio de los republicanos españoles ninguno de los campos militares construidos de que disponía en el sur del país, como el de Rivesaltes.
La retirada de medio millón de republicanos españoles hacia Francia al final de la Guerra Civil fue uno de los éxodos humanos más dramáticos y maltratados de la historia contemporánea. Sin embargo 75 años después aun no dispone de ningún memorial reconocido en la demarcación fronteriza francesa, más allá del carácter simbólico de la tumba de Antonio Machado en Collioure, el pequeño recinto del cementerio de los españoles en Argelés y algunos monolitos diseminados. Ahora tendrá un memorial institucional en el desafectado campo militar de Rivesaltes, por voluntad del actual hombre fuerte de la política local y
regional del Languedoc-Rosellón, el socialista norcatalán Christian Bourquin. La elección del lugar es poco inocente y muy discutible, aparte de tardía. El campo militar de Rivesaltes solo fue convertido en campo de refugiados en 1941, dos años después del éxodo humano dejado a la intemperie en pleno invierno sobre las playas rosellonesas de Argelés, Saint-Cyprien y El Barcarés, hoy destinos de veraneo. Los refugiados se vieron amontonados en esas playas sin abrigo precisamente porque en 1939 el ejército francés rehusó poner al servicio de los republicanos españoles ninguno de los campos militares construidos de que disponía en el sur del país, como el de Rivesaltes.
Reconvertido en campo de concentración a partir de 1941, la segunda etapa de su uso resultó igualmente odiosa, aunque menos representativa de la crueldad inicial. Las 21.000 personas que pasaron por él entre enero de 1941 y noviembre de 1942 merecen todo el reconocimiento, pero guardan escasa proporción con las 100.000 que contaron simultáneamente cada uno de los tres campos vecinos de las playas de Argelés, Saint-Cyprien y El Barcarés durante los primeros meses de 1939, cuando el crudo recibimiento por parte de la República francesa mostró su peor cara. Después el campo de Rivesaltes “acogió” a prisioneros de otras nacionalidades, en el marco de la Segunda Guerra Mundial y conflictos posteriores como la guerra de Argelia.
Habilitar ahora el memorial institucional de aquellos éxodos en el campo de Rivesaltes a iniciativa del Consejo Regional del Languedoc-Rosellón comporta más facilidades constructivas en la segunda línea interior de la comarca fronteriza y no en las playas, pero también significa disolver en un contexto más amplio y más vago la barbaridad que las autoridades francesas cometieron en las playas rosellonesas con el medio millón de refugiados republicanos españoles en febrero de 1939. Rivesaltes representa una segunda etapa de volumen y organización muy distinta.
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