La barraca comunal de la cala de Aigua Xelida, inmortalizada por Josep Pla y por Hermós, se encontraba miserablemente abandonada y con el tejado hundido. Acaba de ser restaurada por el Ayuntamiento de Palafrugell con un pressupuesto de 15.000 euros y un mes de trabajo. No costaba tanto, pero ha costado mucho. Ahora falta que arreglen el camino de ronda costero de Aigua Xelida. El 15 de agost de 2005 una muchacha de 22 años, Neus Casellas Carreras (la Neus de can Jordi, de la panadería Jordi de Palafrugell), encontró la muerte al estimbarse mientras passeaba en un tramo de firme defectuoso al borde del acantilado en este camino de ronda, a la altura de cala Sorellera. Diez años después, el punto fatídico del camino
litoral sigue sin arreglar.
Encajada entre las paredes de la roca y solo accessible por tierra a través de los caminos abruptos de los pinares, la delicia de Aigua Xelida pertenece al término de Palafrugell, aunque ya forme parte de la mole mineral del cabo de Begur. Es una cala con fuente de agua dulce a orillas del mar, algo poco corriente de lo que deriva su nombre. Ofrece una suavidad acentuada, si nada de huraña ni salvaje. Siempre había sido punto de encuentro, en media docena de barracas distintas, de cazadores, pescadores y corcheros, de grupos de comilona.
El botón que abrocha la cala és el farallón (foraió o furió en lenguaje popular) de Aigua Xelida, formado por dos escollos rocosos que afloran a la superfície del agua. Poseen unas paredes sumergidas, atravesadas por un túnel natural, muy frecuentadas por los submarinistas para contemplar los vestigios menguantes de les ramas de coral, los colores trémulos de las gorgonias y la mirada furtiva de algun cabracho, alguna langosta, algun mero o un banco asanfainado y cándido de pececitos.
El enclave boscoso de Aigua Xelida, encajado entre la Punta d'es Banc i la Punta d'es Guard, rodeado de islotes y cuevas, consta de tres playitas. La de poniente recibe el nombre de playa de la Font, una fuente que Hermós construyó sumariamente a partir del chorrito que mana de la roca. La del centro és la platja Gran --en realitat Hermós tenia su barraca. La tercera es la playa pequeña de Aigües Mortes o de Gotes, donde vivía su único vecino en la barraca respectiva. Los dos habitantes, enfrentados, formaban la república independiente de Aigua-Xelida.
Emili Gotes Curet fue el más longevo. Murió una noche de 1949, al pie de su barca, a la salida del bar Patxei de Tamariu, ahogado en un palmo de agua, sin que nadie se diera cuenta hasta el día siguiente por la mañana. Hermós había fallecido el 24 de enero de 1935.
Aigua- Xelida es un pequeño mundo todavía más a parte que Tamariu y ha conservado el carácter visceral, preciso y esencial. La roca aguileña y fornida del acantilado posee una verticalidad flamígera, una coloratura encendida de carmín casi carnal, un cromatismo impregnado de la rudeza de la luz mediterránea, es decir del color del sol. Algunas noches las estrellas parpadean aquí con un mutismo goloso que llama a morderlas. Los temporales llegan de vez en cuando como el último estertor de la aurícula y el ventrículo del mar.
Aun hoy Aigua Xelida es a todos los efectos un jubilatorio omphalos mundi, el hueso, la pulpa, el pequeño botín de gloria de la justicia poética del paisaje realmente existente. En la verdad de su desnudez, contiene todos los principios psicoactivos de marina brava, acunados por la antífona ritual del aire amansado, el jugueteo del rizo del viento y el contrapunto del caracolillo de la ola hecha de vigor y tenacidad, de ternura y piedad, del compás de la vida libre, la grandeza y el misterio de la miniatura de la aventura humana, del silencio infinito de la melancolía del mundo.
Contrasta mucho con las fatuas sedas, tules, encajes, bordados y pasamenerías, la hojarasca decorativa, las estridentes tendencias del mercado, la sacarina social, la bobería niquelada y los egregios trileros --en el sentido analógico y en el digital— que suelen poblar las localidades costeras vecinas, en especial durante la canícula y los puentes festivos del calendario. En Aigua Xelida eso no ocurre, sigue siendo un culto pagano, una ilusión terrenal, un solo de la vida misma, la exteriorización fugaz, complaciente y propiciatoria de un instante afortunado del sistema nervioso del mundo, un lugar para sacar a pasear a las competencias emocionales de cada uno sin presentimientos ni procesos deductivos, o bien para huir sin mirar atrás como hace la mayoría. Aigua Xelida es, también gracias a Josep Pla, el escenari mítico de dos personajes reales com Hermós y Gotas.
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