A veces me entretengo retraduciendo un párrafo de Marcel Proust porque no acaba de gustarme ninguna de las versiones editadas. Lo releo, lo declamo para comprobar cómo suena el luminoso ejemplo de musicalidad de las largas frases proustianas, cargadas de subordinadas tan solo aparentemente retorcidas, las cuales responden en realidad a un orden exacto, aunque exijan un esfuerzo de recorrido solo gratificado al final, como en este caso del capítulo “Combray”, en el volumen Por el camino de Swan, de la obra A la búsqueda del tiempo perdido: “De modo que permanecía a menudo hasta la madrugada pensando
en los tiempos de Combray, mis tristes noches sin sueño y la imagen de muchos días que últimamente me retorna por el sabor –-en Combray lo habrían llamado el “perfume”— de una taza de te y la asociación de los recuerdos con aquello que muchos años después de haber abandonado esa ciudad sé ahora sobre un amor que Swan tuvo antes de mi nacimiento, con una precisión de detalles más fácil de lograr a veces a propósito de la vida de personas muertas tiempo atrás que de nuestros mejores amigos y que parece algo imposible, como lo parecía hablar de una ciudad a otra, mientras ignoramos por qué senda se ha evaporado tal imposibilidad”.
en los tiempos de Combray, mis tristes noches sin sueño y la imagen de muchos días que últimamente me retorna por el sabor –-en Combray lo habrían llamado el “perfume”— de una taza de te y la asociación de los recuerdos con aquello que muchos años después de haber abandonado esa ciudad sé ahora sobre un amor que Swan tuvo antes de mi nacimiento, con una precisión de detalles más fácil de lograr a veces a propósito de la vida de personas muertas tiempo atrás que de nuestros mejores amigos y que parece algo imposible, como lo parecía hablar de una ciudad a otra, mientras ignoramos por qué senda se ha evaporado tal imposibilidad”.
El centenario de la publicación de Por la parte de Swan, el primer volumen de A la búsqueda del tiempo perdido que Marcel Proust tuvo que imprimir a cuenta de autor ante el rechazo de las principales editoriales (“Está lleno de duquesas, no es para nosotros”, opinó el lector de la editorial Gallimard, André Gide), propició el pasado año una buena cosecha de reediciones, nuevas traducciones y estudios alrededor de esta exquisita y lentísima novela del siglo XX. En catalán apareció la traducción del segundo volumen A la sombra de las muchachas en flor, realizada por Valèria Gaillard, y se anunció otra de Josep M. Pinto, tras las clásicas firmadas por Jaume Bofill i Ferro, Maria Aurèlia Capmany, Jaume Vidal Alcover o Joan Casas Fuster.
En castellano se reeditó Por la parte de Swan en traducción de Carlos Manzano, después de las de Pedro Salinas, Consuelo Berges y Mauro Armiño. También apareció en castellano el libro de la criada del escritor, Céleste Albaret, titulado Monsieur Proust. No es un libro de potins, dado que Céleste Albaret y su hermana Marie son los dos únicos personajes de toda la Recherche que aparecen con el nombre real. En Francia disfrutaron con dos novedades: Proust est une fiction, de François Bon, y Dictionnaire amoureux de Marcel Proust, del padre e hijo Jean-Paul y Raphaël Enthoven.
Por mi parte, de vez en cuando todavía me entretengo retraduciendo un párrafo de Proust, por deporte.
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