El mismo día en que el diario barcelonés La Vanguardia informaba de que el director cinematográfico Carlos Saura acaba de finalizar el largometraje “Zonda, folklore argentino” (igual como anteriormente dedicó otros al flamenco, el tango y el fado), se celebraba ayer domingo en Barcelona un concierto del género, protagonizado per tres argentinos residentes aquí: Ana Rossi (voz), Esteban “Rabito” Vélez (guitarra y voz) y Pablo A. Giménez (flautas y voz), dentro del ciclo que organiza el restaurante Divina Pasta de la calle Aribau nro. 65 (en la foto retratados por el maestro Pablo Leoni). Después de votar, acudí al concierto con
amigos, movido por la convicción de que la veteranía del tucumano Esteban “Rabito” Vélez, sumada a la musicalidad de la rosarina Ana Rossi y al ímpetu del también rosarino Pablo A. Giménez podía dar un fruto insólito. El resultado valió la expectativa.
amigos, movido por la convicción de que la veteranía del tucumano Esteban “Rabito” Vélez, sumada a la musicalidad de la rosarina Ana Rossi y al ímpetu del también rosarino Pablo A. Giménez podía dar un fruto insólito. El resultado valió la expectativa.
Superar la resonancia canónica de Los Charchaleros con la legendaria zamba “La nochera” (letra Jaime Dávalos, música Ernesto Cabeza), que cambió el lenguaje del folklore argentino, solo se encuentra al alcance de intérpretes fuera de lo común, com los de ayer, capaces de renovarlo de nuevo: “Mojada de luz es mi guitarra nochera, ciñendo voy tu cintura encendida por las estrellas”…
Puede decirse lo mismo de otros temas que interpretaron, con invitados como los percusionistas Pablo Cruz y Aleix Tobias: los chamamés “Rumbeando pa’l litoral” (que los Quilla Huasi convirtieron en clásico) o “La guampada” (popularizada por Tarragó Ros), las zambas “Balderrama” (de Manuel Castilla y el “Cuchi” Leguizamón, que llevo en el corazón con la voz inolvidable de Elba Picó), la “Zamba del Chaguanco” (del inagotable repertorio de Mercedes Sosa), “La viajerita” (del patriarca Atahualpa Yupanqui), “Padre del carnaval” (de César Isella) o la cueca “Calle Angosta” (de José Zabala). Como yapa o bis de propina ofrecieron una segunda y exquisita versión a tres voces a cappella de “La nochera” que erizó los pelos punta.
La denominación de folklore argentino puede inducir a error fuera de aquel país. No se trata de una música etnológica, sino de la transformación libre por las generaciones actuales de los viejos y casi infinitos “palos” del género como la chacarera, la zamba, el chamamé, la cueca o la tonada, dentro de un movimiento que aquí se calificaría de cantautores. La belleza musical y poética de lo que se conoce como folklore argentino cuenta con una plétora de compositores e intérpretes actuales, también en Barcelona. Lo mismo podría decirse del tango, un género urbano desde su nacimiento, mientras que el folklore ha logrado crecer más allá de las raíces y alcanzar una poética renovada de la temática originariamente rural o provincial.
Por cierto, el zonda del titulo de la pel.lícula de Saura “Zonda, folklore argentino” es un viento tan característico a sotavento de los Andes como la tramontana en el Rosellón, el Ampurdán y Menorca. Era un viento húmedo del Pacífico chileno antes de saltar la cordillera y convertirse en el viento seco de la llanura argentina de Mendoza y la región del Cuyo, sobre todo durante los temporales del invierno austral de agosto y setiembre. Arrastra cantidad de polvo y es el causante de la escasa pluviometría de aquella zona vinícola, al mismo tiempo que también se le atribuyen inconvenientes respiratorios o alérgicos. Por eso la tonada cuyana "Elegía del zonda", con letra de Jorge Marziali y música de Raúl Carnota, canta dentro del folklore argentino actual: “Zonda correntoso, dueño de los climas, cierras el reposo, abres las heridas”.
Ayer las únicas heridas que se abrieron –algunas, lo reconozco-- hallaron de inmediato el bálsamo de la mejor música. En el concierto de Rabito Vélez, Ana Rossi y Pablo Giménez el mítico zonda sopló con una épica afinadísima y amistosa, como viento de libertad.
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