9 ene 2015

Lo que deslumbra, en realidad, de la nueva mayor biblioteca del país

En Girona se acaba de estrenar la mayor biblioteca del país en dimensiones, una biblioteca con afortunada encina en la puerta, salvada de las largas obras de construcción, incólume, orgullosa y guapísima. Ayer jueves tuve la suerte de asistir a la visita pública que encabeza cada día la propia directora del equipamiento, Lourdes Reyes Camps (en la foto, tomada por Jaume Fabre). Ahora ya no sé qué me gustó más: el flamante equipamiento público gratuito, la fortuna de la encina que preside la puerta de entrada o el generoso dinamismo bibliotecario, encarnado en este caso por la directora. La nueva Biblioteca Carles Rahola de Girona deslumbra de entrada por la amplitud de espacios y la luz natural que los arquitectos ganadores del concurso de proyectos (los argentinos de Rosario residentes aquí Mario "Pirulo" Corea y Sebastián Guerrico y el catalán Lluís Moran) han querido que entre. Despunta igualmente por la cálida accesibilidad que propone a todas las salas, por las ganas de hacer la vida más agradable a todo el mundo mientras facilita la lectura. La forma de gestionar las bibliotecas se ha actualizado mucho, el uso del público también. Sería un error demasiado fácil dejarse deslumbrar
por los aspectos externos del reluciente edificio gerundense, por la primera impresión de modernidad. En el interior bulle toda una nueva concepción del servicio público de lectura, del acceso abierto a la difusión de la cultura. Este es el aspecto mas deslumbrante, en realidad.
Se halla en el ensanche gerundense de la avenida Emili Grahit, en el solar que antes ocupaban los cuarteles militares. Ha sido construido con un presupuesto del Estado (como en cada capital de provincia, excepto en Barcelona) de 15,5 millones de euros. La gestión corre a cargo del Sistema Bibliotecario de Catalunya y por consiguiente del departamento de Cultura de la Generalitat. El Ayuntamiento de Girona, por su lado, no ha llegado a tiempo para urbanizar la plaza frente al nuevo edificio, pese a la larga duración que han conocido las obras. La semana entrante lo inaugurará oficialmente el president Artur Mas. También le correspondería al ministro de Cultura, José Ignacio Wert, pero no está anunciado. 
La nueva biblioteca viene a sustituir a la vieja situada en la Casa de Cultura de la Diputación, que ofreció durante largos años un servicio que siempre recordaré con gratitud. Lamentablemente, también viene a sustituir a la Biblioteca Ernest Lluch, de alcance muy asentado (serà trasladada a la Casa de Cultura), aunquea mbas se mantienen como centros públicos de actividades culturales en la ciudad. 
Por algún motivo discutible se consideran objetivos de excursión las ermitas, los castillos, los restaurantes de calçotadas o incluso los museos. Yo, en cambio, voy de vez en cuando de excursión a alguna de las magníficas bibliotecas públicas que se inauguran a lo largo y ancho del país. Sería hiperbólico pretender que estas nuevas bibliotecas públicas constituyen las actuales catedrales o los actuales estadios, aunque para mi tienen un interés comparable.
Del mismo modo que ayer tomé el tren de Girona, otras veces lo hice con el de Figueres para recorrer de arriba a abajo la Biblioteca Fages de Climent, inaugurada el año 2000. En aquella ocasión me llevaba el pretexto (verídico) de consultar unas obras que solo encontraba en su fondo local, aunque en realidad iba para disfrutar del nuevo equipamiento. Otras veces he tomado el tren del Maresme y acudido a la Biblioteca Martí Rosselló de Premiá de Mar, abierta el 2010 con el nombre de uno de los narradores más brillantes y sedentarios de la literatura catalana, quien trabajaba allí de bibliotecario antes de morir en enero de aquel mismo año, a los 56 años.
También lo he hecho con la Biblioteca Ernest Lluch de Vilassar de Mar y otras inauguradas los últimos tiempos, con una predisposición de felicidad paseante y lectora. La de Girona, sin embargo, bate records.

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