Este jueves 27 de agosto se cumple el 50 aniversario de la muerte del vanguardista arquitecto, pintor y escritor francés de origen suizo Le Corbusier. Estuvo muy vinculado profesionalmente a Barcelona desde 1928, pese a que no prosperaron sus proyectos dentro del Plan Maciá, impulsado por los jóvenes colegas catalanes del GATPAC. De los 400 proyectos conocidos de Le Corbusier a lo largo de toda su vida, tan solo 75 fueron construidos. La expansión urbanística de Barcelona y Cataluña fue imaginada y preparada sobre principios racionales. La Guerra Civil y la falta de principios de la fiebre del ladrillo durante el franquismo –así como durante la democracia siguiente-- giraron la realidad como unguante, con los resultados conocidos
sobre el terreno. Hoy el rastro más vistoso de la influencia de Le Corbusier en Cataluña es seguramente la casa de la foto adjunta, proyectada en 1967 por uno de aquellos jóvenes colegas del período republicano, Antoni Bonet Castellana.
sobre el terreno. Hoy el rastro más vistoso de la influencia de Le Corbusier en Cataluña es seguramente la casa de la foto adjunta, proyectada en 1967 por uno de aquellos jóvenes colegas del período republicano, Antoni Bonet Castellana.
Deseaba regresar de su destierro en Buenos Aires y aceptó el encargo de construir la residencia secundaria en el Port d’Esclanyà (Begur) del teniente de alcalde de Vivienda del Ayuntamiento barcelonés, Santiago de Cruïlles de Peratallada, como complemento de otros encargos en los nuevos barrios del alcalde Porcioles, por ejemplo el Polígono Montbau. Santiago de Cruïlles de Peratallada y Bosch, barón de Cruïlles y marqués de Castell Torrent, estaba casado con Rosa M. Ventosa Despujol, hija del político Joan Ventosa Calvell, propietario de la finca de la montaña begurense de Ses Falugues, en la que se levantó la singular casa del yerno en una parcela del extremo litoral.
Entre el resultado de avortar el Plan Maciá de expansión urbanística ordenada y esta solitaria casa Cruïlles, inspirada sin tapujos en la famosa capilla de Ronchamp de Le Corbusier, se visualiza la paradoja entre el potencial del legado del arquitecto y la realidad del país de hoy.
Miré durante muchos años la casa Cruïlles como símbolo, ya fuese en visión frontal desde la lejanía del puerto begurense de Fornells o de más cerca al pasear a sus pies por el camino de ronda que serpentea el litoral a partir de la playa vecina de Aiguablava. Poder visitar su interior me costó más.
Los propietarios se mostraban reticentes a las visitas de periodistas. Santiago de Cruïlles había sido un hombre político influyente de la etapa Porcioles, descabalgado y señalado a continuación por las nuevas tendencias democráticas como responsable de la corrupción urbanística de aquel periodo. No quería visitas de jóvenes periodistas, presumiblemente adversos, ni siquiera con la excusa de mis trabajos sobre historia local.
Lo intenté inútilmente durante mucho tiempo, como un reto pendiente, a través de distintas vías de aproximación. Al final dio resultado la vía menos esperada. El amigo músico palafrugellense Josep Bastons, en su condición profesional de tapicero, había trabajado con frecuencia para el matrimonio Cruïlles-Ventosa. Durante la juventud la señora le ayudó en el aprendizaje del oficio en Barcelona y desde entonces mantuvieron un trato profesional.
Josep Bastons convenció el matrimonio de las intenciones perfectamente confesables de mi visita, como periodista y escritor de varios libros de historia local. Aun no había entrado en ella al dedicarle un capítulo de mi libro de 1994 Grans hores de la Costa Brava, con la historia de la finca y de la casa.
Cuando finalmente entré, acompañado por Bastons, la amabilidad del matrimonio propietario se vio limitada a lo estrictamente necesario, marcada por la extrañeza o la desconfianza a propósito de mi interés. Eran personas que se sentían de otra época y mantenían distancias con una actualidad que consideraban hostil.
La visita interior no añadió muchos detalles a mi interés de siempre, sentimental y definitivamente amarrado en mi retina a la visión de la casa desde el puerto de Fornells o desde el fabuloso y humilde camino de ronda que discurre a los pies de este legado, tan indirecto aunque distinguible, de Le Corbusier.
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