Llevo muchos años recorriendo las carreteras del Empordá, las conozco un poco, las amo mucho. El otro día me sorprendí de nuevo a mi mismo con un sentimiento renovado de enamoramiento adolescente durante el rato de transitar plácidamente al volante por la que une el municipio de Torrent y Torrentí con Sant Feliu de Boada, y a continuación la que lleva de Sant Sadurní de l’Heura a La Pera y Púbol. Son vías aparentemente muy secundarias, aunque para mi esencialísimas, pura y auténtica esencia. Por eso no me extraña que algunos habitantes de la comarca vuelvan a poner el grito en el cielo ante el anuncio de que la Diputación de Girona piensa ensanchar la que va de Palau-Saverdera a Castelló d’Empúries, conocida popularmente como la carretera de los tres puentes. Están escarmentados, tras la faraónica ampliación llevada a cabo pocos años atrás de la carretera que une en línea recta La Tallada d’Empordá con Torroella de
Fluviá, durante el mandato del conseller socialista de Obras Públicas Joaquim Nadal y su hermano, secretario de Movilidad en el mismo departamento, Manel Nadal. La obra fue considerada muy desproporcionada, y no era la primera vez que ocurría.
Fluviá, durante el mandato del conseller socialista de Obras Públicas Joaquim Nadal y su hermano, secretario de Movilidad en el mismo departamento, Manel Nadal. La obra fue considerada muy desproporcionada, y no era la primera vez que ocurría.
Los accesos por carretera al núcleo de Palafrugell ya fueron convertidos en una descomunal autovía a varios niveles el año 2007, cuando el director general de Carreteras de la Generalitat se llamaba concretamente Jordi Follia. No resolvió nada, tan solo desplaza el tapón circulatorio del pico de la temporada a los accesos secundarios y violenta durante todo el año la delicada llanura del río Aubi. Ahora se puede llegar al pequeño municipio de Vall-llóbrega o al gran prostíbulo Eclipse a través de variantes propiamente autopísticas. La misma situación se produjo a raíz de les nuevas variantes exteriores de los núcleos de Llagostera y Cassá de la Selva, con puentes mastodónticos para resolver cruces de tránsito escaso.
Es posible que cuando esas carreteras fueron trazadas o asfaltadas por primera vez también se considerasen agresivas y desproporcionadas por una parte de los habitantes, sin embargo esta hipótesis histórica no puede justificarlo todo en la actualidad. El debate suscitado por la ampliación sobredimensionada de la C-31 entre La Tallada y Torroella de Fluviá sirvió para que el articulista gerundense Antoni Puigverd clavase el aguijón al conseller Joaquim Nadal, tal vez con ganas acumuladas desde la anterior polémica ciudadana por la ampliación de la N-II que partió sin consideración el valle gerundense de Sant Daniel: “Si ahora retorno al desdoblamiento de la C-31 –escribió Puigverd-- no es para cebarme con el conseller Nadal. Después de tantas coronas de laurel como en su larga carrera Nadal ha cosechado, poco le dolerá esta espinita. Gracias a su brillante currículum como transformador de Girona y como incansable conseller, ha conseguido eclipsar dos defectos: un desacomplejado desprecio por los argumentos de los que no le bailan el agua y una repetida insensibilidad hacia el paisaje, a pesar de sus amplios conocimientos de historia del arte” (La Vanguardia, 7-9-2009).
Las carreteras son sin duda vías utilitarias de comunicación y deben ponerse el día. El debate se sitúa en el acierto, la magnitud y el equilibrio de esa puesta al día, el balance entre los inconvenientes causados por los daños colaterales de la modernización y las ventajas cosechadas de forma comprobada. En algunos casos como los citados, con la mitad del volumen de la ampliación pasaríamos perfectamente y respetaríamos algo más al paisaje, que también es un valor de uso.
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