El nuevo ministro de Educación, Cultura y Deportes del gobierno español, Íñigo Méndez de Vigo, noveno barón de Claret, ha logrado en pocas semanas alcanzar un acuerdo entre federaciones hípicas, compañías de apuestas, hipódromos, jinetes y entrenadores para retomar las carreras suspendidas durante los últimos ocho meses en toda España por un conflicto entre las distintas partes implicadas. De rebote el joven potro “Alaraz” de su propiedad ganó el 3 de agosto la carrera del hipódromo de San Sebastián. No he puesto nunca los pies en un hipódromo. Las carreras hípicas me
dejan indiferente, sin embargo experimento un entusiasmo indescriptible cuando año tres año compruebo que un diario de gran tirada como El País permite al filósofo Fernando Savater divulgar en las páginas de Opinión su minoritaria y respetable pasión particular con un artículo de fondo sobre la tradicional carrera hípica inglesa del derby de Epson, que tiene sin duda poquísimos adeptos entre los lectores.
Reconforta mi vieja y militante inclinación a favor de los saberes inútiles y las aficiones minoritarias, incomprendidas o catecuménicas. El hecho asentado por el diario El País se debe al fervor de uno –solo uno— de sus colaboradores fijos por las carreras de caballos y los hipódromos. Año tras año, Savater informa y opina de forma minuciosa en un diario de información general sobre una pasión restringidísima, con una constancia digna de sorpresa y elogio.
Cuando yo he escrito y publicado libros sobre mis pasiones personales alrededor de los cigarros habanos, el tango argentino o la cocina de los despojos y otras delicias puercas, junto a otros títulos de temática más convencional, me han tratado de autor errático, inasible y disperso. Todavía tengo pendiente escribir el libro que prometí sobre mi amor por las alcaparras y su universo. El artículo de cada año de Fernando Savater en El País sobre el exótico derby hípico de Epson, a partir de ahora con apoyo ministerial directo, me anima, me excita.
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