Desde el alba de los tiempos y la más primitiva flauta de caña, el hombre hizo música del viento. Salvador Dalí expresó la idea aparentemente surrealista de construir un monumental órgano accionado por la tramontana en el castillo roquero de Quermançó, que se alza a medio camino de la carretera entre Figueres y Llançà, en el termino municipal de Vilajuïga. La idea, técnicamente viable, no era descabellada. El viento posee su lenguaje, habla, silba, murmura, se expresa e interpreta su música, que a veces es la única forma de musitar algunas cosas secretas y primordiales. La pequeña fortaleza de Quermançó despunta en lo alto de un risco,
un cerro aislado de 104 metros de altitud, recortado en medio del llano contra el horizonte de la sierra de la Albera.
un cerro aislado de 104 metros de altitud, recortado en medio del llano contra el horizonte de la sierra de la Albera.
La ubicación convierte el antiguo castillo en diana perfecta de los vientos de la comarca. Se encuentra en ruinas y las inclemencias lo corroen, como un castillo menguante. Constituyó un asentamiento de iberos y romanos, quienes valoraban como más defendibles las pequeñas ciudadelas encumbradas sobre las marismas y a proximidad de la vía de comunicación del mar.
La primera referencia documental aparece en 1078 en el testamento de Ponç I de Empúries. El castillo fue parcialmente arrasado por primera vez a raíz de la guerra con los franceses, una de las muchas guerras con los franceses, en este caso la de 1288.
La última reconstrucción también fue obra de les fuerzas napoleónicas en 1808, así como la última demolición, al retirarse en 1814. El mariscal Suchet ordenó volar el polvorín que contenía la fortaleza y le di el actual aspecto desmochado.
La última reconstrucción también fue obra de les fuerzas napoleónicas en 1808, así como la última demolición, al retirarse en 1814. El mariscal Suchet ordenó volar el polvorín que contenía la fortaleza y le di el actual aspecto desmochado.
Durante el siglo XX los restos del castillo eran propiedad de la familia Soler, a quien Dalí tuvo intención de comprarlo para convertirlo en residencia de su mujer Gala, antes de decidirse por el más llano de Púbol. El pintor le dedicó dos de sus obras, el dibujo "Castell de Quermançó" y el óleo "La cabra d'or del castell de Quermançó", en referencia a la leyenda según la cual una cabra de oro habría sido enterrada en los cimientos del castillo por los judíos de Vilajuïga (Villa Iudaica) en el momento de su expulsión o bien por un rey moro que hizo fundir de esta forma todos sus botines.
Otras leyendas pretenden que la montaña de la Verdera o de Sant Pere de Roda es el escenario de los principales episodios del misterio del Santo Grial, que el castillo de Sant Salvador de Verdera es el mítico de Monsalvat y Quermançó el del mago Klingsor de Hungría. Finalmente, la leyenda de Teresa, condesa de Molins, sostiene que la dama renunció a la vida de la nobleza para unirse a una partida de bandoleros refugiados entre los restos del Castillo de Quermançó.
El compositor de Vilajuïga Jaume Bonaterra Dabau, autor de la célebre sardana "Sota el Mas Ventós", compuso asimismo la titulada "La cabra d'or" en 1919 y "El castell de Quermançó" en 1924. Carles Fages de Climent se refirió ampliamente al lugar en el poema épico Dama de Quermançó: “La tenora arrenqui el plor, a cada costat un tible. Quan passa per Quermançó, el vent es torna irascible (...) I la gent, esfereïda, escolta al vent la cançó de la cabra sebollida que bela enterrada en vida al castell de Quermançó”.
El castillo fue adquirido a la heredera Montserrat Soler por Josep M. Martorell Pastoret, empresario inmobiliario de Empúriabrava, con la intención de convertirlo en equipamiento turístico y cultural. Sucesivos proyectos de rehabilitación fueron rechazados por los servicios de Patrimonio de la Generalitat, a la espera de un plan de usos más detallado. El acceso al castillo, cerrado por vallas de seguridad, solo es posible actualmente con motivo de algunas jornadas de puertas abiertas con visita guiada.
Dentro de la actual etapa resurgió la idea daliniana de órgano de la tramontana en el castillo de Quermançó. Un primer proyecto parcial de escultura con ocho tubos que emitirían un acorde disonante gracias al viento fue presentado en 1993 por Oriol Rius Camps, sin éxito. Un nuevo proyecto se encargó a Ivana Rossell Turull, profesora del departamento de Arquitectura y Acústica de la Escuela de Ingeniería La Salle, integrada en la Universidad Ramon Llull de Barcelona, y a Albert Blancafort, de la empresa familiar Orgueners de Montserrat, en Collbató.
La maqueta constaba de unos 500 tubos a través de los que la tramontana haría sonar su música, ya de modo mecánico espontáneo o bien a través del teclado convencional del instrumento. Una vez canalizado el aire por un embudo de grandes dimensiones, lo almacenaba de modo que un dispositivo accionase el regulador de presión y alimentase los tubos del órgano para poder sonar tanto en días de viento como en otros de calma plana. Los promotores desearon tranquilizar a los vecinos de Vilajuïga informándoles durante una asamblea que el instrumento se oiría tan solo en un radio de 40 o 50 metros del castillo.
Se dijo que podría inaugurase en 2004 con motivo del Año Dalí que conmemoraba el centenario del nacimiento y que el concierto inaugural correría a cargo del compositor alemán Wolfrang Seifen en setiembre de aquel año. El 2003, el ministro de Ciencia y Tecnología, Josep Piqué, firmó un convenio de colaboración con la sociedad Castell de Quermançó SL, sin embargo el órgano de la tramontana sigue siendo hoy patrimonio exclusivo de la imaginación y Quermançó un altivo peñasco arañado del llano alto-ampurdanés, un teclado virtual en el que no puede tocarse más melodía que la propia de origen del viento, incansable, irremplazable y sola.
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