La mayoría del público recordará seguramente a Carles Flavià por sus cáusticos monólogos improvisados en la televisión y el teatro. Desplegaba una infinita facilidad de palabra sin guión previo, emparentada con la de su amigo y en algunas épocas representado Pepe Rubianes. La espontaneidad de Flavià era marca de la casa. Podía perecer que iba en detrimento del razonamiento, de la mínima elaboración de un planteo argumental. En cambio tuve la suerte de asistir a lo largo de repetidas comidas en un reservado del restaurante barcelonés La Camarga, donde la editorial tenía cuenta abierta para estos encuentros, para
transcribir las conversaciones destinadas a un libro de la colección Diàlegs a Barcelona entre Carles Flavià y el padre Manel Pousa, editado en 2011.
transcribir las conversaciones destinadas a un libro de la colección Diàlegs a Barcelona entre Carles Flavià y el padre Manel Pousa, editado en 2011.
Fueron largas horas de coloquio grabado. Por una vez lucía la capacidad de ambos para desplegar sus argumentos de forma sostenida, estructurada, con voluntad de dejar testimonio y hacerse entender por escrito sobre la trayectoria de cada uno y sus ideas.
Carles Flavià había sido cura de la escuela Casaldàliga, aunque en la selva de aquí, según palabras de su amigo Pepe Rubianes. Hasta que aquella burbuja espiritual se le terminó deshaciendo, igual que una burbuja inmobiliaria, tal como exponía con detalle en el libro. Manel Pousa seguía ejerciendo de cura, dedicado a la ayuda a los marginados de los barrios más necesitados de Barcelona a través de la Fundación Pare Manel.
Eran amigos desde el seminario. Gracias a la franqueza de la amistad, protagonizaban en aquel libro un diálogo sin pelos en la lengua sobre la evolución de cada uno, las opiniones compartidas y también las divergentes a propósito de los temas más íntimos o bien más conocidos. "Pienso cada vez más que ser bueno es una farsa, un acto de vanidad", le asestaba Carles Flavià. "Si Dios existe, no puede ser una carga moral, sino una forma de vivir", replicaba Manel Pousa.
Los capítulos del libro se titulaban de modo poco inocente: “Dos curas que no lo parecían”, “El camino de la fe y la acción social”, “Del altar al escenario” y, finalmente, “La virtud de enrollarse con la gente”.
Quisieron que el fotógrafo Vicenç Giménez les retratase para la portada acodados en el altar de la parroquia de la Santísima Trinidad del barrio de Trinitat Vella, donde el padre Manel estaba adscrito y vivía. La foto que ahora adjunto, tomada durante aquella sesión, parece hablar sola sobre el interés de las opiniones expresadas, argumentadas, en el libro de un monologuista que sabía dialogar con finezza y al miso tiempo contundencia.
Tengo la impresión que la franqueza de argumentos de aquel libro no gustó mucho a la jerarquía eclesiástica y que eso repercutió en un suplemento de discreción editorial a la hora de distribuirlo y promocionarlo. De hecho, ocurre lo mismo con muchos de los 65 libros editados de la colección desde 1984. Se encuentran enumerados, con el año de edición de cada uno, en el botón Diàlegs a Barcelona de la cabecera de este blog.
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