Catalunya es con toda seguridad el único país que complementa tradicionalmente los belenes navideños con una figura en cuclillas (generalmente un payés con barretina), los pantalones bajados y mostrando el fruto bien visible de su deposición recién producida. El “caganer” es una tradición arraigada y en expansión. Pocos días atrás el diario The New York Times se sorprendía de ello, lógicamente. Aprovechó para precisar que Donald Trump y Hillary Clinton también se pueden adquirir en las ferias navideñas catalanas en la postura citada. El título del artículo era formidable: “¿Atrapado con los pantalones bajados? Debe ser Navidad en Catalunya”. Se fabrican a miles cada año. El catedrático de Derecho Mercantil de la Universitat de
Barcelona, Xavier Añoveros Trias de Bes, miembro de la entidad Amics del Caganer, posee una colección de 1.700 ejemplares, fruto de más de cuarenta años de dedicación. En Centelles opera un Museo del Caganer con 1.200 figuras.
Barcelona, Xavier Añoveros Trias de Bes, miembro de la entidad Amics del Caganer, posee una colección de 1.700 ejemplares, fruto de más de cuarenta años de dedicación. En Centelles opera un Museo del Caganer con 1.200 figuras.
El templo del diseño que era la tienda barcelonesa Vinçon convirtió en 1992 sus escaparates asomados al Passeig de Gràcia en una exposición de “caganers”. La Residencia de Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Barcelona dedicó en 1999 una erudita exposición al tema “Imaginería popular navideña: la figura del caganer”, con catálogo ilustrado y citas de toda clase de autores.
En algunos de los pesebres vivientes que se organizan en toda Catalunya hay vecinos especializados en la representación personal, orgánica, de esta figura. El albañil Joan Juhé, del municipio ampurdanés de Bàscara, encarnó años seguidos el “caganer” y aseguraba que su gran ilusión era que algún día le entrase un apretón durante la representación.
No hace mucho, concretamente el 19 de noviembre, se celebró el Día Mundial del Váter, destinado por varias organizaciones internacionales a alertar sobre la carencia extendida de este invento en muchas regiones pobres del mundo. Leí en la prensa un titular que rezaba: “946 millones de personas defecan al aire libre“. Me llamó la atención, claro.
El artículo informaba que 1.800 millones de personas utilizan fuentes de agua contaminadas con materia fecal y que podrían evitarse 842.000 muertes anuales si tuvieran acceso a servicios básicos de saneamiento como váteres o letrinas. Pensé que son los otros “caganers” de carne y hueso, los que no hacen ninguna gracia.
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