La única vez que me han llamado la atención en el diario donde colaboro fue a raíz de las reacciones femeninas contra un artículo mío sobre el uso que hace de la belleza física en el escenario la reconocida violinista Anne-Sophie Mutter. Dije que la gran intérprete alemana es guapa y siempre ha tenido interés en ponerlo de relieve en los conciertos. El hecho ha presidido su carrera, junto con el sonido que sabe extraer a los dos Stradivarius que posee. Ya era guapa y dotada a los 14 años, cuando Herbert Von Karajan y la Deutsche Gramophone --que venía a ser lo mismo-- la ficharon para convertirla en estrella mundial. “Los
vestidos que me pongo para salir a escena son el equivalente del mono de trabajo del lampista”, declaró, coqueta, a la prensa barcelonesa con motivo de uno de sus conciertos.
vestidos que me pongo para salir a escena son el equivalente del mono de trabajo del lampista”, declaró, coqueta, a la prensa barcelonesa con motivo de uno de sus conciertos.
Este aspecto de la Mutter fue objeto de una crítica musical memorable del cronista barcelonés Agustí Fancelli en el diario El País el 17 de febrero de 2001, a raíz de un concierto de la violinista en L’Auditori. Asistí a aquel concierto y pude certificar la justeza de observación de Fancelli, además de la destreza narrativa.
A su artículo, titulado “Anunciación”, solo le faltaba añadir un detalle: el majestuoso caminar escénico de la hierática violinista, montada sobre unos coturnos de talón de palmo para recorrer ante el público la distancia que separa las bambalinas del centro del escenario. Repitió varias veces aquel movimiento de entrada y salida (al comienzo, a la media parte, en los bises) y lo hizo con el mismo estudiado compás de metrónomo que las piezas del programa, como una más de las piezas del programa.
Agustí Fancelli escribió aquel día una crítica musical brillante, pero el carácter de antología le vino dado asimismo por las reacciones airadas que suscitó su ángulo de observación “machista”. El acierto de Fancelli consistió en abandonar el puritanismo formal y librarse a un acto ferviente de reconocimiento de la belleza, de toda la belleza, allí donde se produzca. Lo quise recordar en mi artículo y provoqué las mismas reacciones que él.
El pasado sábado Elvira Lindo escribía en su crónica semanal del diario El País un artículo titulado “Defender la belleza”, en que sostenía: “Una mujer no debe ser jugada por su físico, por supuesto, pero tampoco es lógico censurar que se celebre lo bello, igual que ocurre si se trata de un hombre. Una foto de Paul Newman no solo nos hace pensar en que fue un gran actor: es sin duda una imagen excitante, deseable, que provoca esa alegría que solo los sentidos conceden”.
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